Los señaleros
Poema publicado el 13 de Diciembre de 2013
Saliendo de distintos escondrijos fueron
los señaleros ocupando sus puestos de observación
en la tupida vegetación que rodea la casa del perincrator;
se aseguran de tener en los bolsillos
ambarinos guijarros del arroyo.
Cuidan de no infringir su naturaleza
de ver sin ser vistos jamás, hasta les inquieta
que haya luces de luciérnagas entre las frondas.
Siguen un misterioso impulso,
acerca del cual ya habían indagado –sin respuesta-
al espíritu de la noche.
Se comunican entre sí con apenas murmullos,
obedecen instintivamente principios
que ya sustentaban los presocráticos.
Tratan de entender las tensiones que sus cuerpos recorren
con cierta sed impostergable acuciando sus espíritus.
No deben ser vistos, es cierto, pero sí escuchados.
Cuando se retiran de sus puestos lo hacen con su cosecha;
la miran a trasluz, miran lo invisible.
Lanzan silbidos al hacerlo, con muchos mensajes,
alzan y bajan sus brazos alternativamente.
Son los señaleros, cadenciosamente caminan
por las calles de veredas rotas,
dando vistazos indiferentes a las luces de neón,
en tanto ondas cuasi luminosas salen del ámbar de sus bolsillos.
Son los señaleros, son los señaleros.
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Poema publicado el 13 de Diciembre de 2013
Saliendo de distintos escondrijos fueron
los señaleros ocupando sus puestos de observación
en la tupida vegetación que rodea la casa del perincrator;
se aseguran de tener en los bolsillos
ambarinos guijarros del arroyo.
Cuidan de no infringir su naturaleza
de ver sin ser vistos jamás, hasta les inquieta
que haya luces de luciérnagas entre las frondas.
Siguen un misterioso impulso,
acerca del cual ya habían indagado –sin respuesta-
al espíritu de la noche.
Se comunican entre sí con apenas murmullos,
obedecen instintivamente principios
que ya sustentaban los presocráticos.
Tratan de entender las tensiones que sus cuerpos recorren
con cierta sed impostergable acuciando sus espíritus.
No deben ser vistos, es cierto, pero sí escuchados.
Cuando se retiran de sus puestos lo hacen con su cosecha;
la miran a trasluz, miran lo invisible.
Lanzan silbidos al hacerlo, con muchos mensajes,
alzan y bajan sus brazos alternativamente.
Son los señaleros, cadenciosamente caminan
por las calles de veredas rotas,
dando vistazos indiferentes a las luces de neón,
en tanto ondas cuasi luminosas salen del ámbar de sus bolsillos.
Son los señaleros, son los señaleros.
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