2 votos
1 visitas/día
5569 dias online

La tara tÓxica - Poemas de Antonin Artaud



Poemas » antonin artaud » la tara toxica




La tara tÓxica
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008

Evoco el mordisco de inexistencia y de imperceptibles cohabitaciones. Venid, psiquiatras,      os llamo a la cabecera de este hombre abotagado pero que todavía respira. Reunios con      vuestros equipos de abominables mercaderías en torno de ese cuerpo extendido cuan largo      es y acostado sobre vuestros sarcasmos. No tiene salvación, os digo que está      INTOXICADO, y harto de vuestros derrumbamientos de barreras, de vuestros      fantasmas vacíos, de vuestros gorjeos de desollados.
Está harto. Pisotead, pues, ese cuerpo vacío, ese cuerpo transparente que ha
desafiado lo prohibido. Está MUERTO. Ha atravesado aquel infierno que le prometíais más      allá de la licuefacción ósea, y de una extraña liberación espiritual que significaba      para vosotros el mayor de todos los peligros. ¡Y he aquí que una maraña de nervios lo      domina!
Ah medicina, aquí tenéis al hombre que ha TOCADO el peligro. Has triunfado, psiquiatra,      has TRIUNFADO, pero él te sobrepasa. El hormigueo del sueño irrita sus miembros      embotados. Un conjunto de voluntades adversas lo afloja, elevándose en él como bruscas      murallas. El ciclo se derrumba estrepitosamente. ¿Qué siente? Ha dejado atrás el      sentimiento de sí mismo. Se te escapa por miles y miles de aberturas. Crees haberlo      atrapado y es libre. No te pertenece.
No te pertenece. DENOMINACIÓN. ¿Hacia dónde apunta tu pobre sensibilidad? ¿A      devolverlo a las manos de su madre, a convertirlo en el canal, en el desaguadero de la      más ínfima confra'ternidad mental posible, del común denominador consciente
más pequeño?
      Puedes estar tranquilo: ÉL ES CONSCIENTE.
      Pero es el Consciente Máximo.
      Pero es el pedestal de un soplo que agobia tu cráneo de torpe demente pues él ha ganado      por lo menos el hecho de haber derribado la Demencia. Y ahora, legiblemente,      conscientemente, claramente, universalmente, ella sopla sobre tu castillo de mezquino      delirio, te señala, temblorcillo atemorizado que retrocede delante de la Vida-Plena.
Pues flotar merced a miembros grandilocuentes, merced a gruesas manos de nadador, tener un      corazón cuya claridades la medida del miedo, percibir la eternidad de un zumbido de      insecto sobre el entarimado, entrever las mil y una comezones de la soledad nocturna, el      perdón de hallarse abandonado, golpear contra murallas sin fin una cabeza que se      entreabre yse rompe en llanto, extender sobre una mesa temblorosa un sxo inutilizable y      completamente falseado,
surgir al fin, surgir con la más temible de las cabezas frente a las      mil abruptas rupturas de una existencia sin arraigo; vaciar por un lado la existencia y      por el otro retomar el vacío de una libenad cristalina.
En el fondo, pues, de ese verbalismo tóxico, está el espasmo flotante de un cuerpo      libre, de un cuerpo que retorna a sus orígenes, pues está clara la muralla de muerte      cortada al ras y volcada. Porque así procede la muerte, mediante el hilo de una
angustia que el cuerpo no puede dejar de atravesar. La muralla bullente de la angustia      exige primero un atroz encogimiento, un abandono primero de los órganos tal como puede      soñarlo la desolación de un niño. A esa reunión de padres sube en un
sueño la memoria, rostros de abuelos olvidados. Toda una reunión de razas humanas a las      que pertenecen estos y los 0tros.
Primera aclaración de una rabia tóxica.
He aquí el extraño resplandor de los tóxicos que aplasta el espacio siniestramente      familiar.
En la palpitación de la noche solitaria, aquí está ese rumor de hormigas que producen      los descubrimientos, las revelaciones, las apariciones, aquí están esos grandes cuerpos      varados que recobran viento y vuelo, aquí está el inmenso zarandeo de la Supervivencia.      A esa convocatoria de cadáveres, el estupefaciente llega con su rostro sanioso.      Disposiciones inmemoriales comienzan. La muerte tiene al principio el rostro de lo que no      pudo ser. Una desolación soberana da la clave a esa multitud de sueños que sólo piden      despertar. ¿Qué decís vosotros?
¡Y todavía pretendéis negar a importancia de esos Reinos, por los cuales apenas      comienzo a marchar!

Publicado en "La Révolution Surréaliste", N° 11 (1928)
       
Versión de Aldo Pellegrini

                            





¿Pudiera decirnos en que categoría ubicaría este poema?

Amor
Amistad
Familia
Poemas de Cumpleaños
Poemas de San Valentín o
      Día de los Enamorados
Poemas del Día de la Mujer
Poemas del Día de las Madres
Poemas del Día de los Padres
Poemas de Navidad
Poemas de Halloween
Infantiles
Perdón
Religiosos
Tristeza y Dolor
Desamor
Otra Categoría
¿ Te gustó este poema? Compártelo:
Compartiendo el poema con tus amigos en facebook ayudas a la difusión de estas bellas creaciones poéticas y ayudas a dar a conocer a los poetas.




 Compartir
Redes sociales
Facebook Twitter Google Bookmark MySpace Fresqui Meneame