El petirrojo
Poema publicado el 26 de Octubre de 2010
(Para Tina y José Luis, en Correpoco)
El petirrojo surge de repente
como un pequeño dios entre las ramas,
mira a su alrededor, tal vez nos mire
mientras lo miramos o, en silencio,
quiera escuchar nuestra conversación,
y nada entienda de lo que nos pasa.
¿Quién puede entender a los humanos,
si ni ellos mismos pueden entenderse?
Nunca sabremos lo que siente o piensa,
si simplemente goza de la vida
y de las cosas que le ofrece el mundo,
o también sufre de un destino trágico
del que no podemos ser partícipes.
Su vida es una continuo soliloquio.
Ajeno a estas palabras, tal vez libre
de conjeturas y elucubraciones
que no le llevarían a ningún lado,
picotea en el suelo, se resguarda
de la lluvia y quizás de nosotros,
salta de quima en quima, entre las frondas
del árbol de los sueños, se recrea
en lo que ve, nos mira displicente,
con curiosidad o indiferencia,
hasta que, alma fugaz, desaparece,
llevándose con él un sol de púrpura
que acaso nunca volvamos a ver,
y dejando en nosotros la nostalgia
de su leve y angélica belleza.
(Santander, 26 de octubre de 2010)
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Poema publicado el 26 de Octubre de 2010
(Para Tina y José Luis, en Correpoco)
El petirrojo surge de repente
como un pequeño dios entre las ramas,
mira a su alrededor, tal vez nos mire
mientras lo miramos o, en silencio,
quiera escuchar nuestra conversación,
y nada entienda de lo que nos pasa.
¿Quién puede entender a los humanos,
si ni ellos mismos pueden entenderse?
Nunca sabremos lo que siente o piensa,
si simplemente goza de la vida
y de las cosas que le ofrece el mundo,
o también sufre de un destino trágico
del que no podemos ser partícipes.
Su vida es una continuo soliloquio.
Ajeno a estas palabras, tal vez libre
de conjeturas y elucubraciones
que no le llevarían a ningún lado,
picotea en el suelo, se resguarda
de la lluvia y quizás de nosotros,
salta de quima en quima, entre las frondas
del árbol de los sueños, se recrea
en lo que ve, nos mira displicente,
con curiosidad o indiferencia,
hasta que, alma fugaz, desaparece,
llevándose con él un sol de púrpura
que acaso nunca volvamos a ver,
y dejando en nosotros la nostalgia
de su leve y angélica belleza.
(Santander, 26 de octubre de 2010)
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