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Ingratitud - Poemas de cecilia maurig



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Ingratitud
Poema publicado el 24 de Enero de 2009

INGRATITUD

Sirena, espejo de nácar,

peinecito de diademas,

canta y solloza sus penas

entre las sales del mar.


-Anoche, con luna nueva,

me enteré por pescadores

que hay un castillo con flores,

con torre pero sin princesa.


                              ¡ Urgente quiero ir allí

a conocer nuevas tierras!

Sin agua, arena ni piedras

que opaquen todo mi brillo.


-Mujer metamorfoseada:

¿ No te gusta este jardín?

-dijo el pez globo entre dientes-

no aprontes tanto tu fin.


-No me importan los rumores

de tanto pez sin cintura.

yo nací para princesa,

tengo antojo de realeza.


Por eso, una mañana

con sombrilla y equipaje

salta olas y hace un viaje

largo, difícil y sólo.


El atlántico nadaba

y a sus primas recordaba.

Tan despeinada y maltrecha

cuando la costa asomaba.


-Llegué, por fin, que aventura,

ahora a caminar.

Pies de cola tan plateada

que encandilan al andar.


Salta arena, salta piedras,

salta médanos dorados

y salta un bosque asombrado

sin luna como farol.


-¿Cómo no hay luces de guía

que reconforten mis pasos?

-Perdón, es bosque tupido

y no mar embravecido.


-dijo irritada la araña

molesta en su telaraña-

No nos gustan las visitas,

ni tampoco gente extraña.


Ya tenemos la casita

de una tal Caperucita,

dos por tres hay unos líos

con cazadores impíos.


Sirena pelo de estrellas,

ignoró a la tejedora

y fue saltando en la aurora

hasta la muralla real.


¡ Cuánta piedra, cuánto gris!

¡Cómo extraño mis corales!

Un salto y los pastizales

del jardín mudo y servil.


¡Qué naturaleza extraña,

tan quieta, tan calladita!

No se oyen ni las vaquitas

de San Antonio cantar.


-Creo que te equivocaste,

no es esto lo que buscabas.

Encanté castillo y dama,

sueño profundo de cama.


-Vengo de un viaje muy largo y…

-No me conmueve tu queja.

¿Te olvidás que ya soy vieja

y paso el día volando?


Sirena y arrepentida

sueña anémonas danzantes

y naufragios y arrecifes

y hasta con cantarle a Ulises.


Sirena tan deslucida

desanda triste sus pasos.

Pero el mar le abre los brazos

de una fiesta familiar.


Ya le acerca peinecito

y collares de turquesa,

para nombrarla princesa

de lo profundo del mar.









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