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De "matar a platÓn" 2004: - Poemas de Chantal Maillard



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De "matar a platÓn" 2004:
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008




Un hombre es aplastado...
              
Un hombre es aplastado.
En este instante.
Ahora.
Un hombre es aplastado.               
Hay carne reventada, hay vísceras,
líquidos que rezuman del camión y del cuerpo,
máquinas que combinan sus esencias
sobre el asfalto: extraña conjunción               
de metal y tejido, lo duro con su opuesto
formando ideograma.
El hombre se ha quebrado por la cintura y hace
como una reverencia después de la función.
Nadie asistió al inicio del drama y no interesa:
lo que importa es ahora,               
este instante
y la pared pintada de cal que se desconcha
sembrando de confetis el escenario.
              
Tuerzo la esquina. Apresuro el paso. Se hace tarde y aún no he almorzado.               

De "Matar a Platón" 2004


* * * * * *
              

¿Y qué hay del sentimiento...               

¿Y qué hay del sentimiento?
No, no lo hay, aquí no hay sentimiento.
¿Debería haberlo?
¿Es poesía el verso que describe
fríamente aquello que acontece?
Pero ¿qué es lo que acontece ?               

De "Matar a Platón" 2004


* * * * *               

              

              Una mujer temblorosa aprieta...
              
Una mujer temblorosa aprieta
el brazo de su acompañante.
Él vuelve hacia ella un rostro
tan largo como un número de serie
y dice: “El sesenta por ciento de los muertos
por accidente en carretera
son peatones”.
La mujer deja de temblar: todo está controlado.
A punto estuvo de creer que algo
anormal ocurría,
algo a lo cual debía responder
con un grito, un espasmo,
un ligero anticipo de la carne
ante la gran salida, pero no:
aquello es conocido y ya no la involucra;
le pertenece a otros. Y él añade: “Han llamado
a una ambulancia”, y ella se relaja,
su angustia la abandona:
el orden nos exime de ser libres,
de despertar en otro, de despertar por otro.
A punto estuvo de gritar, desde esa carne ajena,
pero el orden contuvo a tiempo ese delirio.

              

De "Matar a      Platón" 2004

              


* * * * *

              


              Y ahora...

              

Y ahora, cuando estamos a punto de      acabar,
tal vez usted pueda decirme
por qué se queda a oscuras la ciudad
cuando el sol cae oblicuo
como una lanza,
y es verano.

              

De "Matar a Platón" 2004

              


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Mejor no digas nada...

              

Mejor no diga nada.
Sería inútil. Ya ha pasado.
Fue una chispa, un instante. Aconteció.
Yo acontecí en ese instante.
Puede que usted también lo hiciera.
Suele ocurrir con los poemas:               
terminan condensándose las formas
en nuestros ojos como el vaho               
sobre un cristal helado;
las formas, con su herida.
Pues quien construye el texto
elige el tono, el escenario,
dispone perspectivas, inventa personajes,
propone sus encuentros, les dicta los impulsos,
pero la herida no, la herida nos precede,               
no inventamos la herida, venimos
a ella y la reconocemos.

              De "Matar a Platón" 2004

              


* * * * * *               

              


              Se hizo de noche al mediodía...

              

Se hizo de noche al      mediodía.
No pude respirar.
Tanto metal entre la carne,
aquel sabor a cieno
y sobre todo
el corazón oblicuo, sí, eso es,
el corazón oblicuo.
Como las tejas de un tejado,
resbalando.
El viento arriba
(había viento, sí, un viento suave).
              
Pero ya terminó. Una sombra
no hace la noche entera.
Volvamos cada uno a lo que nos distingue:
esa historia concreta, personal
que nos mantiene a salvo -mientras tanto.
              
Una sombra no hace la noche entera
-¿o sí la hace?

De "Matar a Platón" 2004
              

* * * * * *

              


              Yo no soy inocente...

              

Yo no soy inocente. ¿Lo es      usted?
La realidad está aquí,
desplegada. Lo real acontece
en lo abierto. Infinito. Incomparable.
Pero el ansia de repetirnos
instaura las verdades.
Toda verdad repite lo inefable,
toda idea desmiente lo-que-ocurre.
Pero las construimos
por miedo a contemplar la enorme trama
de aquello que acontece en cada instante:
todo lo que acontece se desborda
y no estamos seguros del refugio.
              
Bien pensado, es posible que Platón
no sea responsable de la historia:               
delegamos con gusto, por miedo o por pereza,
lo que más nos importa.
              
De "Matar a Platón" 2004

              



              




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