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5. navidad en el rÍo hudson - Poemas de Federico García Lorca



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5. navidad en el rÍo hudson
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008

¡Esa esponja gris!
Ese marinero recién degollado.
Ese río grande.
Esa brisa de límites oscuros.
Ese filo, amor, ese filo.
Estaban los cuatro marineros luchando con el mundo.
con el mundo de aristas que ven todos los ojos,
con el mundo que no se puede recorrer sin caballos.
Estaban uno, cien, mil marineros               
luchando con el mundo de las agudas velocidades,
sin enterarse de que el mundo               
estaba solo por el cielo.

El mundo solo por el cielo solo.
Son las colinas de martillos y el triunfo de la hierba espesa.
Son los vivísimos hormigueros y las monedas en el fango.
El mundo solo por el cielo solo               
y el aire a la salida de todas las aldeas.
Cantaba la lombriz el terror de la rueda               
y el marinero degollado
cantaba al oso de agua que lo había de estrechar;
y todos cantaban aleluya,               
aleluya. Cielo desierto.
Es lo mismo, ¡lo mismo!, aleluya.
              
He pasado toda la noche en los andamios de los arrabales
dejándome la sangre por la escayola de los proyectos,
ayudando a los marineros a recoger las velas desgarradas.
Y estoy con las manos vacías en el rumor de la desembocadura.
No importa que cada minuto
un niño nuevo agite sus ramitos de venas,
ni que el parto de la víbora, desatado bajo las ramas,
calme la sed de sangre de los que miran el desnudo.
Lo que importa es esto: hueco. Mundo solo. Desembocadura.
Alba no. Fábula inerte.
Sólo esto: desembocadura.
¡Oh esponja mía gris!
¡Oh cuello mío recién degollado!
¡Oh río grande mío!
¡Oh brisa mía de límites que no son míos!
¡Oh filo de mi amor, oh hiriente filo!
              
New York, 27 de diciembre de 1929

              

              
6. CIUDAD SIN SUEÑO

Nocturno de Brooklyn Bridge
              
No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Las criaturas de la luna huelen y rondan sus cabañas.               
Vendrán las iguanas vivas a morder a los hombres que no sueñan
y el que huye con el corazón roto encontrará por las esquinas
al increíble cocodrilo quieto bajo la tierna protesta de los astros.
              
No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Hay un muerto en el cementerio más lejano               
que se queja tres años
porque tiene un paisaje seco en la rodilla;               
y el niño que enterraron esta mañana lloraba tanto
que hubo necesidad de llamar a los perros para que callase.               

No es sueño la vida. ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!
Nos caemos por las escaleras para comer la tierra húmeda
o subimos al filo de la nieve con el coro de las dalias muertas.
Pero no hay olvido, ni sueño:               
carne viva. Los besos atan las bocas
en una maraña de venas recientes               
y al que le duele su dolor le dolerá sin descanso
y al que teme la muerte la llevará sobre sus hombros.
              
Un día
los caballos vivirán en las tabernas
y las hormigas furiosas               
atacarán los cielos amarillos que se refugian en los ojos de las vacas.               

Otro día
veremos la resurrección de las mariposas disecadas               
y aún andando por un paisaje de esponjas grises y barcos mudos
veremos brillar nuestro anillo y manar rosas de nuestra lengua.
¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!               
A los que guardan todavía huellas de zarpa y aguacero,
a aquel muchacho que llora porque no sabe la invención del puente
o a aquel muerto que ya no tiene más que la cabeza y un zapato,
hay que llevarlos al muro donde iguanas y sierpes esperan,
donde espera la dentadura del oso,               
donde espera la mano momificada del niño
y la piel del camello se eriza con un violento escalofrío azul.
              
No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Pero si alguien cierra los ojos,
¡azotadlo, hijos míos, azotadlo!               
Haya un panorama de ojos abiertos
y amargas llagas encendidas.               
No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie.
Ya lo he dicho.
No duerme nadie.               
Pero si alguien tiene por la noche exceso de musgo en las sienes,
abrid los escotillones para que vea bajo la luna               
las copas falsas, el veneno y la calavera de los teatros.

              

              
7. PANORAMA CIEGO DE NUEVA YORK
              
Si no son los pájaros
cubiertos de ceniza,
si no son los gemidos que golpean las ventanas de la boda,
serán las delicadas criaturas del aire               
que manan la sangre nueva por la oscuridad inextinguible.
Pero no, no son los pájaros,               
porque los pájaros están a punto de ser bueyes;
pueden ser rocas blancas con la ayuda de la luna               
y son siempre muchachos heridos
antes de que los jueces levanten la tela.
Todos comprenden el dolor que se relaciona con la muerte,
pero el verdadero dolor no está presente en el espíritu.
No está en el aire ni en nuestra vida,
ni en estas terrazas llenas de humo.
El verdadero dolor que mantiene despiertas las cosas               
es una pequeña quemadura infinita
en los ojos inocentes de los otros sistemas.
              
Un traje abandonado pesa tanto en los hombros
que muchas veces el cielo los agrupa en ásperas manadas.
Y las que mueren de parto saben en la última hora               
que todo rumor será piedra y toda huella latido.
Nosotros ignoramos que el pensamiento tiene arrabales
donde el filósofo es devorado por los chinos y las orugas.
Y algunos niños idiotas han encontrado por las cocinas               
pequeñas golondrinas con muletas
que sabían pronunciar la palabra amor.
              
No, no son los pájaros.
No es un pájaro el que expresa la turbia fiebre de laguna,
ni el ansia de asesinato que nos oprime cada momento,
ni el metálico rumor de suicidio que nos anima cada madrugada,
Es una cápsula de aire donde nos duele todo el mundo,
es un pequeño espacio vivo al loco unisón de la luz,
es una escala indefinible donde las nubes y rosas olvidan
el griterío chino que bulle por el desembarcadero de la sangre.
Yo muchas veces me he perdido               
para buscar la quemadura que mantiene despiertas las cosas
y sólo he encontrado marineros echados sobre las barandillas               
y pequeñas criaturas del cielo enterradas bajo la nieve.
Pero el verdadero dolor estaba en otras plazas               
donde los peces cristalizados agonizaban dentro de los troncos;
plazas del cielo extraño para las antiguas estatuas ilesas               
y para la tierna intimidad de los volcanes.
No hay dolor en la voz. Sólo existen los dientes,
pero dientes que callarán aislados por el raso negro.
No hay dolor en la voz. Aquí sólo existe la Tierra.
La Tierra con sus puertas de siempre               
que llevan al rubor de los frutos.

              

              
8. NACIMIENTO DE CRISTO
              
Un pastor pide te-- por la nieve que ondula
blancos perros tendidos entre linternas sordas.               
El Cristito de barro se ha partido los dedos
en los tilos eternos de la madera rota.               

¡Ya vienen las hormigas y los pies ateridos!
Dos hilillos de sangre quiebran el cielo duro.               
Los vientres del demonio resuenan por los valles
golpes y resonancias de carne de molusco.               

Lobos y sapos cantan en las hogueras verdes
coronadas por vivos hormigueros del alba.               
La luna tiene un sueño de grandes abanicos
y el toro sueña un toro de agujeros y de agua.               

El niño llora y mira con un tres en la frente,
San José ve en el heno tres espinas de bronce.               
Los pañales exhalan un rumor de desierto
con cítaras sin cuerdas y degolladas voces.               

La nieve de Manhattan empuja los anuncios
y lleva gracia pura por las falsas ojivas.               
Sacerdotes idiotas y querubes de pluma
van detrás de Lutero por las altas esquinas.

              

              
9. LA AURORA

La aurora de Nueva York tiene              
cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean en las aguas podridas.
              
La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas               
nardos de angustia dibujada.

La aurora llega y nadie la recibe en su boca               
porque allí no hay mañana ni esperanza posible.
A veces las monedas en enjambres furiosos               
taladran y devoran abandonados niños.

Los primeros que salen comprenden con sus huesos               
que no habrá paraísos ni amores deshojados;
saben que van al cieno de números y leyes,               
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.

La luz es sepultada por cadenas y ruidos               
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.

                                                                                    




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