Poemas de Fernando Perez Gonzalez



Poemas » fernando perez gonzalez

Fernando Perez Gonzalez

El Trino.
Una mañana de brisa fría
Entre el árbol se mecía
Tan graciosa avecilla
Que con canticos servía
Su manjar de medio día.

Quién diría que aquel día
De la placida avecilla
Hoy sus trinos cambiaria
Al llegar la noche fría.

Un bellaco y una piedra
Arranco de la avecilla
Sangre tibia que corría
De sus plumas fantasía.

Mas el aire que corría
Y el dolor que ella sentía
Dolorida y afligida
En un patio se caía.



Una tierna muchachita
Vio caer a la avecilla
Y apurada se movía
En socorro de la misma.

La curo de noche y día
Y pereza no sentía
De Cuidar de la afligida
Que con miedo la veía.

Mas el tiempo ya pasaba
Y sus alas mejoraban
Hasta estar ya mejorada
Y emprendiera retirada.

Sollozando la pequeña
Los barrotes de la jaula,
Dejo abiertos ese día
Ya sabía que se iría.

Aunque el ave agradecida,
Alzo el vuelo enseguida
Se volteo y prometía
Que a esa niña volvería.



En invierno y primavera
Bellos trinos le cantaba
A la niña quien reía
Admirada y asombrada.



Pero un día la avecilla
Quien trinaba en la ventana
No vio más aquella cara
Que en su alma la guardaba.

Miro entonces a la niña
A lo lejos la veía
Se alejaba aunque ella,
Ni los pies ya los movía.

Vio la gente lamentando
La partida de la niña
Ya no existe más, la niña,
Ya no existe, ya no mira.





El Trino.
Una mañana de brisa fría
Entre el árbol se mecía
Tan graciosa avecilla
Que con canticos servía
Su manjar de medio día.

Quién diría que aquel día
De la placida avecilla
Hoy sus trinos cambiaria
Al llegar la noche fría.

Un bellaco y una piedra
Arranco de la avecilla
Sangre tibia que corría
De sus plumas fantasía.

Mas el aire que corría
Y el dolor que ella sentía
Dolorida y afligida
En un patio se caía.



Una tierna muchachita
Vio caer a la avecilla
Y apurada se movía
En socorro de la misma.

La curo de noche y día
Y pereza no sentía
De Cuidar de la afligida
Que con miedo la veía.

Mas el tiempo ya pasaba
Y sus alas mejoraban
Hasta estar ya mejorada
Y emprendiera la retirada.

Sollozando la pequeña
Los barrotes de la jaula
Dejo abiertos ese día
Ya sabía que se iría.

Aunque el ave agradecida
Alzo el vuelo enseguida
Se volteo y prometía
Que a esa niña volvería.



En invierno y primavera
Bellos trinos le cantaba
A la niña quien reía
Admirada y asombrada.



Pero un día la avecilla
Quien trinaba en la ventana
No vio más aquella cara
Que en su alma la guardaba.

Miro entonces a la niña
A lo lejos la veía
Se alejaba aunque ella,
Ni los pies ya los movía.

Vio la gente lamentando
La partida de la niña
Ya no existe más, la niña,
Ya no existe, ya no mira.





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