Escribir el poema
Poema publicado el 31 de Enero de 2016
Escribir el poema es solo un aspecto inexplicable
de erráticas complicidades o inéditos augurios
de versos alejandrinos.
Pero esa mística soledad, artífice
de los sordos instintos,
responde a un sostenido deseo
de irreales disfraces de la memoria,
a efímeras criaturas
o fantasmas decapitados por la arrogancia
y la terquedad de un desafío triunfante.
Así, los justificables alientos de la alabanza
o el desabrido sollozo de la frustración,
como si no hubiese lugar para ese filo poderoso
de los impulsos de soberbia,
la rendición a una humareda de glorias insufribles
o a una telaraña de pecados
tan semejantes a una profanación y exorcismos irremediables.
Así se muestra bajo la tinta fantástica, el desenlace
de todos los prodigios, el desamparo
de una pasión adormecida
como una pluma mansa que atrae la materialidad,
la extrañeza de un compasivo afecto
sometido a la codicia de celosos delirios,
el esplendor de tentadoras vigilias
y un aljibe de cálidos vocablos,
reflexivos, indefensos o desesperados,
para elegir entre ellos
los más voluptuosos o los más vulnerables.
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Poema publicado el 31 de Enero de 2016
Escribir el poema es solo un aspecto inexplicable
de erráticas complicidades o inéditos augurios
de versos alejandrinos.
Pero esa mística soledad, artífice
de los sordos instintos,
responde a un sostenido deseo
de irreales disfraces de la memoria,
a efímeras criaturas
o fantasmas decapitados por la arrogancia
y la terquedad de un desafío triunfante.
Así, los justificables alientos de la alabanza
o el desabrido sollozo de la frustración,
como si no hubiese lugar para ese filo poderoso
de los impulsos de soberbia,
la rendición a una humareda de glorias insufribles
o a una telaraña de pecados
tan semejantes a una profanación y exorcismos irremediables.
Así se muestra bajo la tinta fantástica, el desenlace
de todos los prodigios, el desamparo
de una pasión adormecida
como una pluma mansa que atrae la materialidad,
la extrañeza de un compasivo afecto
sometido a la codicia de celosos delirios,
el esplendor de tentadoras vigilias
y un aljibe de cálidos vocablos,
reflexivos, indefensos o desesperados,
para elegir entre ellos
los más voluptuosos o los más vulnerables.
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