Un ruiseñor que cantaba con lágrimas de tenor, fué aplaudido en ovación, y en reverencias, rendido... Y en su nido perfumado, cantó su aria dolida, por soledad compartida, con su sombra en oquedad... Y en el espejo dorado, reflejóse arrebatado, sin máscaras de tenores, ni aplausos en versos mil... Y descubriendo su acento, recibió grande tormento, cuando el alma en un momento, movida por otro viento, mostróle su pentagrama, errado, descolorido, en un canto ya perdido !Dios! desde cuándo sería... Y el ruiseñor de pechera, de frac pleno y de librea, vuela al cielo, convencido, de que su canto es volar... y al infinito, cantar...
Ahora son 53 años los míos, de haber amado la poesía, la vida... y de escribirles, señores; ahora, como Dios manda...
Lean todos mis poemas, que en ellos se encontrarán... más no todos gustarán de mi letra y de mi esencia... Pero estoy bien convencido, de que un poema, o un verso, pueden cambiar el pensar, de aquellas almas sensibles, que perciben arco-iris, la luna nueva en el día, y las corolas de lirios, tachonadas de rocío...
Bienvenidos a mi alero; lean cómodos, sin prisa, y que jamás la sonrisa, deje de alegrar el alma, para sembrar risas nuevas, y cosechar las delicias, de percibir una brisa... y acariciar un poema..
Gerardo Bayáh Viscar.
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