Insomnios
Poema publicado el 24 de Agosto de 2022
El profesor Ariel Salamanca tenia un problema; tal vez dos.
La pintura era su pasión, pero pensaba mucho.
Y últimamente le había dado por escribir.
A veces pintaba lo que escribía; otras, escribía sobre lo que pintaba. Esa mescolanza se tornaba en ocasiones complicada, sobretodo en las noches.
/ ...
Se acostaba a dormir
/ ...
Pensaba la pintura que estaba realizando; tanto, tanto, tanto, que le era difícil conciliar el sueño y se le aparecían en su mente
formas, colores, personajes,
las atmósferas, los espacios, las texturas,
los primeros, segundos y terceros planos.
Y tenia que levantarse a pintar.
Fue cuando pintó,
a retazos,
en muchas noches de desvelo,
lo que llamó, al reunir los pedazos:
derrumbes, desastres y calamidades.
Pinturas de cualquier comuna de las montañas orientales de la ciudad, de cualquier ciudad del país, cualquiera de Latinoamérica, de cualquier miseria.
Estas pinturas, las de los desvelos, eran de comunas que se revientan, se derrumban, estallan, se resquebrajan.
Y que son un desastre,
un juicio final que no termina nunca,
eterno juicio final.
Pintó helicópteros especiales,
grandes dragones voladores,
escupiendo veneno y fumigando
los barrios y las comunas.
Pintó en sus desvelos,
que del cielo llovían formas candentes,
miles de ellas,
de todos los colores,
de todas las formas,
y todos los tamaños.
Pintó en su insomnio
miles de desgracias
junto a naves aéreas
que fumigan.
Pintó, en sus trasnochos,
el aguacero que truena y arrastra todo,
ríos desbocados, quebradas vueltas torrentes y quiebran las montañas,
doncellas que flotan resignadas a su suerte,
monjas sin hábitos mojadas en su desnudez,
Su pincel,
en sus desvaríos sin sueño,
arrastraba pintura en un cielo que se destapa y se descuaja,
y que abajo, en los barrios,
estalla en inmensas bolsas repletas de líquido ocre, lodo, esta vez, infame.
En otras ocasiones, el profesor Ariel Salamanca, amigo mío, amigo, viejo Ariel, creía soñar que estaba escribiendo y entonces la cabeza se le llenaba de palabras, de frases, de sentidos gramaticales, de giros lingüísticos y posibilidades semánticas, de prosas poéticas y de poesías solitarias. Entonces se despertaba a las tres de la mañana con frases y párrafos elaborados y tenía también que levantarse para correr a escribirlos.
Y escribió
en esos desvelos:
que la pintura para que sea bella
debe ser mermada,
la pincelada escaza y sencilla.
Que debe ser cantada desde el principio
o bien, desde el final
Y escribió el profesor Salamanca,
las aventuras de una pincelada
una encima de otra,
en total mezcla,
o los pasos, uno tras otro,
de unas pocas pinceladas, de una pintura mermada a veces, tocando el lienzo con tan sólo un bello toque o una cadena larga de toques
para empalmar los diversos versos cada vez de otra forma,
pero, que,
aun así,
todo tenga sentido aún
En su insomnio Ariel creo atmosferas;
y pensaba,
en la vigilia,
que sonaban maravillosamente,
como un canto de una maravillosa voz.
Ariel pensaba una música ideal,
como la que siempre se imaginó.
Y se preguntaba a si mismo,
(porque era él el desvelado)
¿cómo soñar con música?
¿Es que los sueños pueden tener música?
Y concluyó en su insomnio,
que la música de los sueños es el silencio.
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Poema publicado el 24 de Agosto de 2022
El profesor Ariel Salamanca tenia un problema; tal vez dos.
La pintura era su pasión, pero pensaba mucho.
Y últimamente le había dado por escribir.
A veces pintaba lo que escribía; otras, escribía sobre lo que pintaba. Esa mescolanza se tornaba en ocasiones complicada, sobretodo en las noches.
/ ...
Se acostaba a dormir
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Pensaba la pintura que estaba realizando; tanto, tanto, tanto, que le era difícil conciliar el sueño y se le aparecían en su mente
formas, colores, personajes,
las atmósferas, los espacios, las texturas,
los primeros, segundos y terceros planos.
Y tenia que levantarse a pintar.
Fue cuando pintó,
a retazos,
en muchas noches de desvelo,
lo que llamó, al reunir los pedazos:
derrumbes, desastres y calamidades.
Pinturas de cualquier comuna de las montañas orientales de la ciudad, de cualquier ciudad del país, cualquiera de Latinoamérica, de cualquier miseria.
Estas pinturas, las de los desvelos, eran de comunas que se revientan, se derrumban, estallan, se resquebrajan.
Y que son un desastre,
un juicio final que no termina nunca,
eterno juicio final.
Pintó helicópteros especiales,
grandes dragones voladores,
escupiendo veneno y fumigando
los barrios y las comunas.
Pintó en sus desvelos,
que del cielo llovían formas candentes,
miles de ellas,
de todos los colores,
de todas las formas,
y todos los tamaños.
Pintó en su insomnio
miles de desgracias
junto a naves aéreas
que fumigan.
Pintó, en sus trasnochos,
el aguacero que truena y arrastra todo,
ríos desbocados, quebradas vueltas torrentes y quiebran las montañas,
doncellas que flotan resignadas a su suerte,
monjas sin hábitos mojadas en su desnudez,
Su pincel,
en sus desvaríos sin sueño,
arrastraba pintura en un cielo que se destapa y se descuaja,
y que abajo, en los barrios,
estalla en inmensas bolsas repletas de líquido ocre, lodo, esta vez, infame.
En otras ocasiones, el profesor Ariel Salamanca, amigo mío, amigo, viejo Ariel, creía soñar que estaba escribiendo y entonces la cabeza se le llenaba de palabras, de frases, de sentidos gramaticales, de giros lingüísticos y posibilidades semánticas, de prosas poéticas y de poesías solitarias. Entonces se despertaba a las tres de la mañana con frases y párrafos elaborados y tenía también que levantarse para correr a escribirlos.
Y escribió
en esos desvelos:
que la pintura para que sea bella
debe ser mermada,
la pincelada escaza y sencilla.
Que debe ser cantada desde el principio
o bien, desde el final
Y escribió el profesor Salamanca,
las aventuras de una pincelada
una encima de otra,
en total mezcla,
o los pasos, uno tras otro,
de unas pocas pinceladas, de una pintura mermada a veces, tocando el lienzo con tan sólo un bello toque o una cadena larga de toques
para empalmar los diversos versos cada vez de otra forma,
pero, que,
aun así,
todo tenga sentido aún
En su insomnio Ariel creo atmosferas;
y pensaba,
en la vigilia,
que sonaban maravillosamente,
como un canto de una maravillosa voz.
Ariel pensaba una música ideal,
como la que siempre se imaginó.
Y se preguntaba a si mismo,
(porque era él el desvelado)
¿cómo soñar con música?
¿Es que los sueños pueden tener música?
Y concluyó en su insomnio,
que la música de los sueños es el silencio.
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