Panadero de fusiles
Poema publicado el 16 de Febrero de 2010
Soy el que a manchado con su sangre el acero,
Soy el hombre que a caído en el campo de batalla,
Mi boca vomita el fuego y se lleva el viento mi grito,
Por arroyos de silencio donde la montaña se dormirá.
Mi sangre camina entre las piedras del destino,
Han matado mi cuerpo pero no encuentran mi alma.
Como guerreros del aire han bebido de mi venganza,
Y tiemblan en su nido las mariposas del emperador.
Chozas Bolivianas cercando el campamento de la libertad,
El tambor de la muerte agiganta la sed del tirano,
Antofagasta muere bajo las caricias del niño Octubre,
Caballos rebeldes lloran la muerte del poeta.
Mercaderes del alma sucios de pólvora y campesinos,
Tiroteando el cansancio del aire y la vejez,
Extorsionando los últimos gorriones del infierno,
Con sus mascaras de muerte y paraísos infantiles.
Han fusilado el cascabel traicionado,
Por las flores silvestres y el barro de los ministerios,
Pero el diablo a despertado con el olor a sangre en el aire,
Y mil palomas huérfanas se arman para la gran guerra.
Yo soy aquel, panadero de fusiles, albañil de libros,
Guardo entre mis manos el pan fresco de las trincheras,
Las preguntas del viento en la boca de los niños,
Yo soy aquel que muere y resucita en las alas del cóndor,
Por sembrar de música las mesas donde comen mis hermanos.
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Poema publicado el 16 de Febrero de 2010
Soy el que a manchado con su sangre el acero,
Soy el hombre que a caído en el campo de batalla,
Mi boca vomita el fuego y se lleva el viento mi grito,
Por arroyos de silencio donde la montaña se dormirá.
Mi sangre camina entre las piedras del destino,
Han matado mi cuerpo pero no encuentran mi alma.
Como guerreros del aire han bebido de mi venganza,
Y tiemblan en su nido las mariposas del emperador.
Chozas Bolivianas cercando el campamento de la libertad,
El tambor de la muerte agiganta la sed del tirano,
Antofagasta muere bajo las caricias del niño Octubre,
Caballos rebeldes lloran la muerte del poeta.
Mercaderes del alma sucios de pólvora y campesinos,
Tiroteando el cansancio del aire y la vejez,
Extorsionando los últimos gorriones del infierno,
Con sus mascaras de muerte y paraísos infantiles.
Han fusilado el cascabel traicionado,
Por las flores silvestres y el barro de los ministerios,
Pero el diablo a despertado con el olor a sangre en el aire,
Y mil palomas huérfanas se arman para la gran guerra.
Yo soy aquel, panadero de fusiles, albañil de libros,
Guardo entre mis manos el pan fresco de las trincheras,
Las preguntas del viento en la boca de los niños,
Yo soy aquel que muere y resucita en las alas del cóndor,
Por sembrar de música las mesas donde comen mis hermanos.
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