El niño de la calle
Poema publicado el 07 de Mayo de 2011
EL NIÑO DE LA CALLE
Quién convirtió su sueño en pesadilla,
Y en ogros las hadas y los duendes buenos,
Quién envolvió su vida de soledad y desconsuelo,
Y lo entregó a la merced de una pandilla.
Quién transformó su tibio y blando lecho,
Por un andén maloliente de cemento,
Y lo obligó a tomar los desperdicios de alimento,
Y le dio los puentes y las calles como techo.
Quién robó la alegría de sus tiernos ojos,
Llenándolo de nostalgia y triste llanto,
Y cambió por maldiciones sus infantiles cantos,
Saciando con pegante sus antojos.
Por qué huyó dejando a su familia,
Cuál fue el motivo que lo llevó a su decisión,
Fue que su corazón no aceptó la sumisión,
O cuando llega el maltrato nadie auxilia.
No encontró comprensión y buen ambiente,
Al lado de los responsables de su vida,
O algún extraño intensamente lo intimida,
O la razón fue el castigo cruel e inclemente.
O tal vez por alejarse del agresor,
Que quería destruirle su decoroso signo,
Su pureza, quizás lo único digno,
Fue amenazada por el aberrado violador.
O fueron los azotes, complemento a su comida,
Para su cuerpo desnutrido y delicado,
Su almita y su espíritu acongojado,
No encontró en el momento otra salida.
Hoy lo desprecian aquellos que lo tienen todo,
Los que viven dignamente en sus hogares,
Lo juzgan sin conocer sus pesares,
Ni su injusta vida sumergida en el lodo.
Lo menosprecian porque lleva puesto harapos,
El recoge lo que bota el de vida digna,
Sobrevivir a todo costo es su consigna,
Aunque en el camino sobrevengan malos tratos.
No lo aísle, extiéndale su mano,
Para aliviar en algo su dolor,
Él no es culpable de ser un malhechor,
Sólo es víctima de un error humano.
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Poema publicado el 07 de Mayo de 2011
EL NIÑO DE LA CALLE
Quién convirtió su sueño en pesadilla,
Y en ogros las hadas y los duendes buenos,
Quién envolvió su vida de soledad y desconsuelo,
Y lo entregó a la merced de una pandilla.
Quién transformó su tibio y blando lecho,
Por un andén maloliente de cemento,
Y lo obligó a tomar los desperdicios de alimento,
Y le dio los puentes y las calles como techo.
Quién robó la alegría de sus tiernos ojos,
Llenándolo de nostalgia y triste llanto,
Y cambió por maldiciones sus infantiles cantos,
Saciando con pegante sus antojos.
Por qué huyó dejando a su familia,
Cuál fue el motivo que lo llevó a su decisión,
Fue que su corazón no aceptó la sumisión,
O cuando llega el maltrato nadie auxilia.
No encontró comprensión y buen ambiente,
Al lado de los responsables de su vida,
O algún extraño intensamente lo intimida,
O la razón fue el castigo cruel e inclemente.
O tal vez por alejarse del agresor,
Que quería destruirle su decoroso signo,
Su pureza, quizás lo único digno,
Fue amenazada por el aberrado violador.
O fueron los azotes, complemento a su comida,
Para su cuerpo desnutrido y delicado,
Su almita y su espíritu acongojado,
No encontró en el momento otra salida.
Hoy lo desprecian aquellos que lo tienen todo,
Los que viven dignamente en sus hogares,
Lo juzgan sin conocer sus pesares,
Ni su injusta vida sumergida en el lodo.
Lo menosprecian porque lleva puesto harapos,
El recoge lo que bota el de vida digna,
Sobrevivir a todo costo es su consigna,
Aunque en el camino sobrevengan malos tratos.
No lo aísle, extiéndale su mano,
Para aliviar en algo su dolor,
Él no es culpable de ser un malhechor,
Sólo es víctima de un error humano.
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