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21 - Poemas de Juan Carlos Suñén



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21
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008


¿Y qué ciudad es esta
que para otro se apremia bajo el gastado palio
de sus reclamos, bajo
sus pretenciosos pájaros sin resplandor?
              
Avergonzada en su ácida demanda,
¿cómo puede guardarse
tanta nostalgia para sí, la sola
vigilia toda para sí de un hombre,
entre la sucesión y la revuelta? ¿Y cuánto
haber salvado puede quien pagaba
copa los viernes en la sobremesa
de la mediocridad?

              

De "La prisa" 1994

              


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              22
¿Cuánto si por su lápiz,
cada lunes,
su lápiz requerido,
era otra ambición la consolada?
¿Y quién reclamaría un solo paso,
a este que ahora murmura               nunca más, entre dientes,
y también no y no?

              

De "La prisa" 1994

                            

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              23
Sí a aquel pagado
y sobrio que medía
sin ardor sus maneras varoniles:
altivo contra el torpe
divagar de los buenos ciudadanos.
              
O a ese otro consciente,
de adversario adquirido
y amigo devorado.
O al celador o al preso. Si tan sólo
deseaban salvarse,
desesperadamente,
salvarse. Bien podríamos
amonestar sus idas
y venidas. ¿Pero a este...?               

¿No era él quien amaba,
entregado a cuadernos descuidados,
al tocar de la prisa sobre puentes cohibidos
por el tiempo, y quemaba
sus tardes largas entre manos rojas
que le llamaban (que según decía
le llamaban danzando) hasta lugares donde
le querían traído y extranjero,
borracho y extranjero,
desnudo y necesario? ¿No era acaso,
el mismo que volvía por las primeras luces
del mar cantando (casi
podemos verle desde aquí, curtido,
tan minucioso bajo la resaca
del cielo) , respirando
toda la vanidad del mar, la recibida
inocencia del viejo sol, soberbia? ¿No era el mismo
entonces que el que ahora prevalece
modesto entre los otros liberales?

              

De "La prisa" 1994

                            

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              24
El que ahora acompaña
a la pequeña al parque.               Me ha pegado
ese niño, papá: nada que pueda
no arreglarse con una coca-cola.

              

De "La prisa" 1994

                            

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              25
Está mirando a todas las mamás, y a esa
niña mayor y ya no tan segura
de que todo el amor le pertenezca, y lee
de reojo a un poeta
alemán (cierra su libro,               
y deja el pensamiento en ese charco
donde beben los perros, y los niños
se mojan los zapatos, pero acusa
la presunción del sol, esa punzada
viva del mediodía, ese pequeño
dardo sin enemigo ni deseo).

              

De "La prisa" 1994

                            

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              26
Vuelve a mirarla, sabe
que aprenderá a cruzar las piernas,
a sostener su vaso narrativo
y su beso poético.               No hay nada
más en el mundo, quieres
decirle,               sólo
la canción de tus años sobre el atril del tiempo.
              
Y el viejo error que permanece puro,
y el dolor que perdura
en el miembro amputado.

              

De "La prisa" 1994

                            

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              27
Y ella pulsa,
pero al aire, su miedo:
se prueba en ese hombre
de mirada derecha.
Se desea apiadada entre las otras
imágenes, tenida,
solamente tenida, en esos ojos
que la inclinan, en esa
mano que acariciando el hule
la convoca.

              

De "La prisa" 1994

                            

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              28
(Vuélvase harina el pan bajo su blusa,
28 levadura el azogue en su espejo de leche.
              
Vuélvase tierra el diezmo,
harapo el atavío,
Hágase enigma mineral su tumba
que allí seguirá el hule).

              

De "La prisa" 1994

                            

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              29
Si el instante reclama
su derecho al pasado,
si tanto se parecen
la luz, el vaso, el libro,
tanto él mismo, esa mano, el derrotero
del día. Si no hay otra diferencia
que el momento siguiente, ¿a qué venimos?
¿A qué se vuelve el signo, la lectura
de un verso de perdón, la algarabía
de los pájaros? ¿Dónde?
¿A qué se vuelve que no es ya el recuerdo
sino una vana y seca
solicitud? ¿Qué puede
la intención, qué la prisa,
la delación de un nuevo sobresalto
ganado o no, qué puede
que cambia todo en este lance y torna
prudente la mirada,
la tentación consuelo,
aperitivo el vino?

              

De "La prisa" 1994

              


              

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Espabílate, dice,
que ya es tarde.

              
Íbamos al dolor sin desengaño:
teníamos la prisa de las navajas, sí,
pero ¿qué hicimos?               

¿qué, cuando nos dijeron
de este lado ya no sois más, no hay nada,
              esta es la raya de la edad, teneos?
Pero cuánta justicia, si bebimos
la juventud, la esbelta prisa, el verbo...
para que otros hiciesen su discurso a los postres:
barriesen las migajas
bajo el mantel de la viabilidad.

              

De "La prisa" 1994

                            

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              31
Bebíamos para el hombre,
para el honor del vino.
              
Y ellos hicieron esta raya donde
antes no había más que piedra añil,
olor a nailon, a erosión, a tinta.
              
Santificábamos nuestro designio en la embajada
de los agobiados.
Contábamos los días y su número era el número de               
nuestra apuesta:
cisma en los humedales de la palabra.
              
Brillante en su obstinación,
nuestra palabra era el ángel que se vuelve posible,
que se pierde entre todos,
santo provisional.

              

De "La prisa" 1994

                            

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32
Y se vencía
implacable en sus naipes, áspera en su tabaco:
ante las puertas, bajo las ventanas,
y así entraba en el hueso de luz de los vecinos,
así caía en la palma de las buenas mujeres,
aireando la alcoba
de los borrachos del mundo.
              
Precediendo a la vida,
hablaba en el juicio de los seres que al cabo
regresaban a casa con lo justo (lo justo,
qué ironía). Destello
              
la palabra era entonces,
hoy es nuestro cuidado.

              

De "La prisa" 1994

                            

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              33
Y los preceptos se desordenaban en nuestra boca
para que el número no tuviese      lugar,
Y allanaba las noches nuestra lengua (entrenada)
para estorbar la falsedad del número.
              
Pero fue condenado y orecido,
tasado en el quiosco de las anchas maneras,
visitado y mentido nuestro idioma.
              
Y la duda se interpuso entre nosotros como la certeza
se interpone entre los esposos.
              
Mas si hubiera ganado su secreto
la palabra esperada habría salido limpia
contra toda angostura. Habría sido
mudo reparto y sido
reparación. Habría
hecho de ese momento un canto de partir:
eso fue lo siguiente que perdimos.

              

De "La prisa" 1994

                            

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              34
(Y, enterrado el silencio, ¿qué lenguaje
resiste?               Tienes algo
de ensaladilla en la nevera. El martes
cumple años tu hermana, no te olvides
de llamar al despacho.
Y unos pocos
trazaron esa raya.)
              
Íbamos al dolor sin desengaño.
Ahora vamos a él como engañada
va la mano a la falsa quemadura
en el miembro amputado.

              

De "La prisa" 1994

                            

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              35
Íbamos al dolor pero no a este
tan tratable y tan corto,
egoísta en su mal.
              
Y del hombre ejercido
(¿para qué sin ejemplo, sin pereza?),
tras callar su jornada y su descanso,
y sin mas compañía que esa rara
canción que nunca cede, esa ternura
a la que debe apenas
restos occidentales, el olvido
de algo cada vez ya menos suyo
(cada vez más borrosos
jirones, menos anchos
los días hasta aquí, menos vivido),
¿qué queda, quién parece
ahora tan separado de su haber?

              

De "La prisa" 1994

                            

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              36
Pero ocurre
tan pronto el corazón, y tarda tanto
la vida. Ya no quiere
sino una potestad e ir hacia ella,
salir de suyo a la espesura, presto
al mundo levantado,
al pavor de estar vivo
y solo.               Tú qué sabes,
qué sabes, le solía
decir su padre (como a todos),               si eres
demasiado inexperto, demasiado
pequeño aún.
Ya había decidido
ir tras otro dominio
cuando esa mirada le ha hecho crujir el hueso.

              

De "La prisa" 1994

                            

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              37
Siente la soledad del adversario
frente a su copa de coñac, su poco
de entereza (orgullosa
mentira) mientras mira la idiotez de la suerte
dispuesta en varios cofres
gigantes, cuando entra
su mujer:               ¿Se ha dormido
la niña?
Si volviera
pronto el mayor podrían
salir a tomar algo.               Dame un poco
de masaje en los pies: estoy rendida.

              

De "La prisa" 1994
              




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