Autoretrato a mis 21
Poema publicado el 12 de Abril de 2010
El tiempo ha pasado por mi cuerpo,
acariciando cada rincón,
como el mejor de los amantes
ha dejado huellas imborrables
Algunas grietas rodean la mirada
que debiese reflejar el alma,
escondida y refugiada de la pestilencia
Con raíces profundas y fuertes
me he plantado en este mundo,
mirando hacía adelante, sin retroceder...
Siempre adelante, hacía el horizonte,
sin límites, sin cadenas,
¡Libre!
La figura ya no es la de los 15,
la personalidad ya no es la de los 18;
suprimiendo parte del pasado
he recuperado mi esencia.
Errores y experiencias
me han hecho mujer.
En ocasiones, pienso en la niña
extraviada,
en la doncella que paciente
esperaba al príncipe azul
¡Cuánta inocencia reflejaba su mirada!
¡Cuántos sueños enunciaba con palabras!
¡Qué feliz fue al creer en el amor!
En ocasiones, pienso en la alegría
olvidada,
en la sonrisa fácil
posada en aquél rostro de porcelana
y me invade una melancolía grata,
ya no soy esa niña.
Hoy todo es diferente,
la denominada madurez ha llegado,
con metas e ideales
comienzo a forjar mi futuro;
la mirada sobria,
los pensamientos fríos
y el actuar calculador.
Sé lo que deseo,
y hacía allá dirijo mi andar,
ya no como el caminante errante,
que desconoce su destino
y se conforma con caminar.
De nada sirve mirar hacía el pasado,
es inútil recuperar a la niña extraviada...
Soy Mujer, orgullosa y terca;
soy mujer con voz e ideales propios,
independiente e incapacitada para amar...
El tiempo ha dejado huellas,
como un escultor
ha moldeado mi carácter,
protegiéndome de la maldad,
de la escoria social.
Y hoy continúo de pie,
con la frente en alto
y una piedra como corazón.
21 años he vivido,
tiempo suficiente
para trazar las primeras líneas de mi destino.
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Poema publicado el 12 de Abril de 2010
El tiempo ha pasado por mi cuerpo,
acariciando cada rincón,
como el mejor de los amantes
ha dejado huellas imborrables
Algunas grietas rodean la mirada
que debiese reflejar el alma,
escondida y refugiada de la pestilencia
Con raíces profundas y fuertes
me he plantado en este mundo,
mirando hacía adelante, sin retroceder...
Siempre adelante, hacía el horizonte,
sin límites, sin cadenas,
¡Libre!
La figura ya no es la de los 15,
la personalidad ya no es la de los 18;
suprimiendo parte del pasado
he recuperado mi esencia.
Errores y experiencias
me han hecho mujer.
En ocasiones, pienso en la niña
extraviada,
en la doncella que paciente
esperaba al príncipe azul
¡Cuánta inocencia reflejaba su mirada!
¡Cuántos sueños enunciaba con palabras!
¡Qué feliz fue al creer en el amor!
En ocasiones, pienso en la alegría
olvidada,
en la sonrisa fácil
posada en aquél rostro de porcelana
y me invade una melancolía grata,
ya no soy esa niña.
Hoy todo es diferente,
la denominada madurez ha llegado,
con metas e ideales
comienzo a forjar mi futuro;
la mirada sobria,
los pensamientos fríos
y el actuar calculador.
Sé lo que deseo,
y hacía allá dirijo mi andar,
ya no como el caminante errante,
que desconoce su destino
y se conforma con caminar.
De nada sirve mirar hacía el pasado,
es inútil recuperar a la niña extraviada...
Soy Mujer, orgullosa y terca;
soy mujer con voz e ideales propios,
independiente e incapacitada para amar...
El tiempo ha dejado huellas,
como un escultor
ha moldeado mi carácter,
protegiéndome de la maldad,
de la escoria social.
Y hoy continúo de pie,
con la frente en alto
y una piedra como corazón.
21 años he vivido,
tiempo suficiente
para trazar las primeras líneas de mi destino.
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