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La hija del cura - Poemas de Mario García Montalbán.



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Categoría: Poemas de Amor
La hija del cura
Poema publicado el 25 de Febrero de 2022

Este poema lo he escrito recordando una historia que escuché en mi niñez.

LA HIJA DEL CURA

sobre las losas de mármol
un viento frío se mueve,
flores de llanto marchitas
y un silencio que le hiere.
La procesión más cruenta,
que al humano más le duele,
la que despide a una madre
¡Hoy es tarde de cipreses!
Tarde de gafas oscuras,
de recuerdos que ahora vienen,
hay que vivir el dolor
cuando te quema en la frente,
en el penar más intenso
y para que no le queme,
guarda algunos pensamientos
y de otros se desprende,
pero el aire está cargado
y la voluntad perece,
hay una fuerza que oye
que le roba el subconsciente.

Tuvo una vida incompleta,
nunca supo de su padre,
nunca tuvo esa figura
que en su sueño la arropase.
Solo un recuerdo lejano,
recuerda una voz suave,
unas manos delicadas
y una sonrisa de ángel,
un sabor de despedida,
aquel abrazo de padre,
mas no recuerda su cara
y pide a su alma que calle.

Frente al nicho aún abierto
se pregunta si algún día
podrá saber con certeza
quién fue el que le dio la vida,
al darse cuenta que hablaba
frente aquella tumba fría,
expresó aquel pensamiento
con voz trémula y suspira.
El silencio más tremendo,
la amargura más sentida;
por qué le ocultó su madre,
si era solo una niña,
quién era aquel hombre triste,
¡¿por qué tanta hipocresía¡?,
y por qué te has ido, madre,
custodiando una mentira.
Hoy es tarde de cipreses
y de flores ya marchitas,
hoy es tarde de recuerdos
de dolorosa melodía.

Ya se fue toda la gente,
casi sola se ha quedado
y percibe una sombra
que a su lado está llorando.
Es un cura que no estaba
en el pésame ya dado;
tiene sonrisa de ángel,
delicadas son sus manos
y con una voz suave
y con un mirar callado,
va y le dice que lo siente,
¡un quejido se ha escapado.
Ella en sus ojos veía
auto condena y fracaso,
mirada de mil perdones
¿¡Es el padre deseado!?
Intuyó que ese era el hombre
de los sueños de sus años.
Este fue el cura del pueblo
que su madre le ha ocultado.

Ahora entiende su desidia
y de su madre el silencio,
por un amor a escondidas
cruel destino le impusieron.
Se despide de esa sombra
con un débil, ¡hasta luego!
y el se queda desolado
con su mano sobre el pecho.
No se giran a mirarse,
padre e hija sin consuelo,
ninguno de los dos quiere
abandonar ese infierno.

Ahora que sabe el secreto
quedan las noches más duras,
las que marcan los silencios
pisando sobre las dudas,
nunca le quedó esperanza,
ahora no tiene ya dudas
y en su corazón escrito
¡yo soy la hija del cura!



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