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Carta al hermano - Poemas de Peter Danny Ruiz Racua



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Carta al hermano
Poema publicado el 02 de Abril de 2012

Hola, hermano, te escribo esta carta
luchando por contener mis lágrimas,
es que, la verdad, da mucha pena
ver la casa sin vida y sin ánimas.
Espero, que a ti no se te parta
de duelo el corazón, ni se te hiera,
por ningún motivo, hermano, el alma.
Por favor, por lo que tú más quieras,
no llores, que ya la pena es harta.

Tú sabes cómo soy, no es extraño
que te hable de todas estas cosas,
es que en esta vida caro hermano,
hay cosas que me son dolorosas.
Ayer que vine, yo no te engaño,
¡Qué soledad! ¡Qué silencio helado!
¡Qué tristeza más pura y más honda!
La casa y sus recuerdos dorados
¡Qué dolor me causan! ¡Cuánto daño!

Ayer, nomás, por la tarde, hermano,
al regresar de allá, pues, de abajo.
De allí donde los plátanos crecen,
al igual que el maíz, con trabajo.
Me paré para verla, cercano
y la vi casi herida de muerte.
Dolida, entristecida y llorando.
Como si lamentara su suerte.
Triste, la pobre, sufría en vano.

Aquí recuerdo muy solitario
todo el tiempo que fuimos su dueño.
Cuántas veces nos dio su regazo.
Cuántas noches veló nuestro sueño.
¿Tú recuerdas, cuántos calendarios
bajo su calor todos pasamos?
Pues, francamente, yo no recuerdo.
Sólo sé, que allí la abandonamos
y que así, en soledad , sufre a diario.

Esa misma tristeza yo siento
¿Cómo evitarlo? Trato y no puedo.
Cada vez que una tarde se va
en mi pecho se agiganta un miedo.
No es al sol que muere, ni al viento.
Tampoco a la negra oscuridad.
Pues, te diré, hermano a lo que temo:
al silencio de la soledad
que da vida al triste pensamiento.

Y entonces me pierdo en el pasado,
mientras miro una fotografía
y reina hiriente en todos los cuartos
una profunda melancolía.
Así recuerdo, hoy, acongojado,
los alegres días que pasamos.
Todos tan unidos, en familia
cuántas cosas lindas celebramos.
De eso, dime, ahora ¿Qué ha quedado?

Y me vienen momentos eternos:
tú y yo corriendo por el potrero,
persiguiendo con hondas de jebe
palomas, perdices, “carpinteros”…
y me acuerdo en los meses de invierno
nadando en las cochas como peces;
y en la lluvia, jugando contentos;
y en la tarde, guardando las reses…
¡Qué tan bellos recuerdos! ¡Qué tiernos!

Añoro esos instantes de amores.
Aquellos días de dulce vida,
la casa nuestra llena de voces,
de risas y luces compartidas.
Yo no recuerdo días mejores:
al acostarse, las buenas noches
y al levantarse, los buenos días
¿Qué queda, ahora? Sólo reproches.
Sólo recuerdos. Sólo dolores…

¿No recuerdas la niñez, acaso?
Las cosas que aprendimos de Marcos.
Hacía, él pistolas de madera
y de tiernas topas, lindos barcos.
Tú y yo persiguiendo con el lazo
a la vaca “Blanca” a la “Manteca”
y en el río jugando en el barro,
imitando a locos karatekas,
como ellos, movíamos los brazos.

Siempre niños. Siempre tan chiquillos.
Nuestro mundo fue un viejo potrero.
Allí jugamos. Allí crecimos.
Tú, hijo segundo, yo, tercero.
Trepando a ciruelos y a shimbillos
con “Nabuco” y otros dos vecinos
¿Recuerdas? ¡Cómo ha pasado el tiempo!
Ya la vida nos dio otros caminos…
siempre humildes. Siempre sencillos.


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