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Ser un instante - Poemas de Rafael Guillén



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Ser un instante
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008

       

La certidumbre llega como un      deslumbramiento.
Se existe por instantes de luz. O de tiniebla.
Lo demás son las horas, los telones de fondo,               
el gris para el contraste. Lo demás es la nada.

              

Es un momento. El cuerpo se deshabita y      deja
de ser la transparencia con que se ve a sí mismo.
Se incorpora a las cosas; se hace materia ajena               
y podemos sentirlo desde un lugar remoto.

              

Yo recuerdo un instante en que París      caía
sobre mí con el peso de una estrella apagada.
Recuerdo aquella lluvia total. París es triste.               
Todo lo bello es triste mientras exista el tiempo.

              

Vivir es detenerse con el pie levantado,               
es perder un peldaño, es ganar un segundo.
Cuando se mira un río pasar, no se ve el agua.               
Vivir es ver el agua; detener su relieve.

              

Mi vagar se acodaba sobre el pretil de      hierro
del Pont des Arts. De súbito, centelleó la vida.
Sobre el Sena llovía y el agua, acribillada,               
se hizo piedra, ceniza de endurecida lava.

              

Nada altera su orden. Es tan sólo un      latido
del ser que, por sorpresa, llega a ser perceptible.
Y se siente por dentro lo compacto del hierro,               
y somos la mirada misma que nos traspasa.

              

La lucidez elige momentos imprevistos.               
Como cuando en la sala de proyección, un fallo
interrumpe la acción, deja una foto fija.               
Al pronto el ritmo sigue. Y sigue el hundimiento.

              

La pesada silueta de Louvre no se      cuadraba
en el espacio. Estaba instalada en alguna
parte de mí, era un trozo de esa total conciencia               
que hendía con su rayo la certeza absoluta.

              

Ser un instante. Verse inmerso entre      otras cosas
que son. Después no hay nada. Después el universo
prosigue en el vacío su muerte giratoria.               
Pero por un momento se detiene, viviendo.

              

Recuerdo que llovía sobre París. Los      árboles
también eran eternos a la orilla. Al segundo,
las aguas reanudaron su curso y yo, de nuevo,               
las miraba sin verlas, perderse bajo el puente.




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