Dime por qué
Poema publicado el 23 de Octubre de 2009
Dime por qué he de encontrarte siempre sola
como una hoja alejada por el viento,
¡porque sé que al buscarte… me demora
la distancia igual que en el desierto!
Dime ´por qué me ves y no suspiras
-como yo al mirarte en la distancia-
Si mi boca al sentirte ya destila
aquel beso constelado de esperanza,
dime entonces, por qué te quiero tanto
si han pasado dos años… de esa historia;
si fue tu adiós, un sufragio, un infarto,
una muerte cerebral casi una embolia.
¿Qué pequeño es el mundo? Y te encontré
ahí sola en esa banca y sin quebranto.
Dime -quizá- por qué te reproché
si aún, -amor- me sudaba entre las manos.
Dime por qué cuando te busco no te hallo
o cuando pienso en ti, casca mi empeño
y hoy te encontré ya sin pensarlo
y, me parece el despertar de un sueño.
A veces ni el mullido de la almohada
me aleja de tus brazos en que nido
porque tú sin ser mía, eres mi ara,
el último venero de un suspiro.
Dime por qué, la sed he apagado
con el recuerdo de tu labio tenue,
así quisiera apagar el fuego entonces
del calor que mi boca ya retiene.
Dime por qué el olvido no ha llegado
a mi puerta a tocar como un mendigo,
sin embargo al amor lo tengo a diario
muriendo de recuerdos y, de frío.
Poema publicado el 23 de Octubre de 2009
Dime por qué he de encontrarte siempre sola
como una hoja alejada por el viento,
¡porque sé que al buscarte… me demora
la distancia igual que en el desierto!
Dime ´por qué me ves y no suspiras
-como yo al mirarte en la distancia-
Si mi boca al sentirte ya destila
aquel beso constelado de esperanza,
dime entonces, por qué te quiero tanto
si han pasado dos años… de esa historia;
si fue tu adiós, un sufragio, un infarto,
una muerte cerebral casi una embolia.
¿Qué pequeño es el mundo? Y te encontré
ahí sola en esa banca y sin quebranto.
Dime -quizá- por qué te reproché
si aún, -amor- me sudaba entre las manos.
Dime por qué cuando te busco no te hallo
o cuando pienso en ti, casca mi empeño
y hoy te encontré ya sin pensarlo
y, me parece el despertar de un sueño.
A veces ni el mullido de la almohada
me aleja de tus brazos en que nido
porque tú sin ser mía, eres mi ara,
el último venero de un suspiro.
Dime por qué, la sed he apagado
con el recuerdo de tu labio tenue,
así quisiera apagar el fuego entonces
del calor que mi boca ya retiene.
Dime por qué el olvido no ha llegado
a mi puerta a tocar como un mendigo,
sin embargo al amor lo tengo a diario
muriendo de recuerdos y, de frío.
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