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Ficción natural - Poemas de Adriana Mónica Lamela



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Ficción natural
Poema publicado el 30 de Marzo de 2009

“¡Cigarra!¡Dichosa tú!,
pues te hieren las espadas invisibles
del azul. “
Federico García Lorca




Ahondando en eso de la insensatez,
tartamudeando una arenga del acontecer
tropezando las cigarras “sobre los campos dormidos” (*)
del alma

- inquietud -
No soy sólo incapaz de juzgar
fijando la atención detrás de las voces.
Nada más impreciso
gesticulando un ligero olvido
-habla la ausencia -

Marcho temprano en la víspera
y a deshora en el romance.

Incapaz de arrojarme al vacío
y permanecer ausente en la fatiga de la evidencia.
Tanto más desciendo  en lugar de inventar
y subir los peldaños de una caricia.
Respecto del ayer
pájaros de piedra sobre un nido de engaño
(respecto del presente
un llano inusual el horizonte)

Confirmado está mi deseo de cambiar el gesto
de mimo impertérrito.

No alcanzo a estar serena;
avivarme desde el silencio diferente al silencio
- una ficción natural -
Ahora permanezco en el olvido del otro en lugar del de mí misma,
movedizo y estúpido,
destinado a satisfacer eternamente
los deseos contrarios.
Y quien interfiere
empaña las frutos de la especie,
sin permitirme el abandono
en brazos
de las páginas pretéritas
y los ojos luminosos de un vino
que suele apagar madrugadas 

Y quien interfiere
ratifica las heridas

¿No soy quien debería decirlo?
entonces quién,
después del vacío que se llega vibrando,
¿acaso no soy yo el eslabón inicial?
Hago memoria de los viejos candados
y me relajo sosteniendo el universo en los bordes sumisos de los labios
me niego
a una tregua tibia;
prefiero el calor agresivo  de las chicharras
ascendiendo como hiedras.

-Desborde-
Encuentro algún modo;
encuentro íntegro cada vacío.
-Desbordo-
libre la calma en cada interjección.
Nada corriente semejante al primer eslabón,
reptando distraídamente
como las orugas.

Nada de pluralidades,
tanto o más distintos - probablemente – a mí.

Humildemente.
Todo se reduce a darle luz al pensamiento;
el simple rechazo de la muerte.
Y voy a dejar apenas un sonido,
el de la certeza que renace.
Las manos extendidas,
la cara sudando bajo el papel impúber.

Luces o huellas;
primero un paso, más tarde la senda.
Es el modo de excluir la metáfora madura
en cada silencio impaciente.

Se muy bien lo que es el coraje.
Y el coraje sabe muy bien donde encontrarme.



(*) Federico García Lorca “¡Cigarra!”



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