Ãrboles
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
Desde el interior, los árboles avanzan hacia el bosque,
el bosque que estuvo vacÃo todos aquellos dÃas,
donde ningún pájaro podÃa posarse,
ningún insecto esconderse,
y ningún sol podÃa enterrar su pies en la sombra;
en el bosque vacÃo de esas noches,
los árboles abundarán por la mañana.
Las raÃces se esfuerzan toda la noche
por desprenderse de las grietas
en el suelo de la terraza.
Las hojas se retuercen hacia los vidrios,
pequeños vástagos endurecidos por el esfuerzo
largas y torcidas ramas que se desprenden con dificultad
bajo el techo, como pacientes recién dados de alta,
medio-aturdidos, dirigiéndose
hacia las puertas de la clÃnica.
Aquà me acomodo. Las puertas se abren hacia la terraza,
escribo extensas cartas
donde apenas menciono el bosque
y su partida de la casa.
La noche está fresca, la luna entera brilla
en un cielo aún abierto.
El aroma de hojas y liquen
llega como una voz a las habitaciones.
Mi mente está plena de susurros
que permanecerán en silencio mañana.
Escucha. Los vidrios se quiebran,
se tambalean los árboles
Hacia la noche. El viento
se apresura a recibirlos.
Como un espejo la luna se ha quebrado
y en la copa del roble más alto
relampaguean ahora sus fragmentos.
1963
Versión de Myriam DÃaz-Diocaretz
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
Desde el interior, los árboles avanzan hacia el bosque,
el bosque que estuvo vacÃo todos aquellos dÃas,
donde ningún pájaro podÃa posarse,
ningún insecto esconderse,
y ningún sol podÃa enterrar su pies en la sombra;
en el bosque vacÃo de esas noches,
los árboles abundarán por la mañana.
Las raÃces se esfuerzan toda la noche
por desprenderse de las grietas
en el suelo de la terraza.
Las hojas se retuercen hacia los vidrios,
pequeños vástagos endurecidos por el esfuerzo
largas y torcidas ramas que se desprenden con dificultad
bajo el techo, como pacientes recién dados de alta,
medio-aturdidos, dirigiéndose
hacia las puertas de la clÃnica.
Aquà me acomodo. Las puertas se abren hacia la terraza,
escribo extensas cartas
donde apenas menciono el bosque
y su partida de la casa.
La noche está fresca, la luna entera brilla
en un cielo aún abierto.
El aroma de hojas y liquen
llega como una voz a las habitaciones.
Mi mente está plena de susurros
que permanecerán en silencio mañana.
Escucha. Los vidrios se quiebran,
se tambalean los árboles
Hacia la noche. El viento
se apresura a recibirlos.
Como un espejo la luna se ha quebrado
y en la copa del roble más alto
relampaguean ahora sus fragmentos.
1963
Versión de Myriam DÃaz-Diocaretz
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