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La casa - Poemas de Albasilencio María Dolores Carrillo



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La casa
Poema publicado el 01 de Febrero de 2015

LA CASA.

Sienten tiempos  bordados en sofismas.
A Diógenes recogiendo los gemidos
de calles orinando la simiente
de ríos ahítos  de urea
arañando soportales.

Nubecillas de polvo
cubren las mañanas.

Aceras con mugre,
reparten verdades.

El agua en la calle
cae
como floración de un vaho
socavando miserias.

Hay pasos que no dejan  huellas.

Bancos llenos de perjuros,
en las patas.
Botellas entre las manos.
Árboles que tiritan.
Susurros  quebrantados
con sueños de los otros.
Lloros que pugnan por salir
al descansillo de los sentimientos.

La casa está ahí.
Acercaos, se puede tocar.
(uno, no siempre tiene lo que quiere )

Fundiendo la miseria en sus paredes,
con la discordia de la inocencia
aún por confirmar.
Jugando a la vanidad del no cobrar,
por visitas inventadas de príncipes ingentes.

Algodón de petróleo en las ventanas,
deseos de grandeza en cortinas bordadas,
cubriendo cicatrices.

La casa está vacía.
Hace frío.
No tolera la vida.

La casa está vacía,
ya no  quedan inquilinos.
Se  oyen  gritos que se escurren.
A través de paredes encaladas.

La música  se inventa
por los corredores acompañando
a los muertos que murieron
camino de hospitales.

A la casa, le castañean los dientes,
que le huelen a mustio.

También tiene galería de convictos.

La casa está sola, entre paréntesis.
No sabe si dejarse morir de desencanto
o saltar por la borda del ocaso.
De colgarse en las vigas
dé la habitación contigua,
o fundirse en cristales llenos de acedía
donde mora la luz moteada y fría
al abrigo de la magia del concepto.

O perderse en la herrumbre
del engaño de los años.
O dejarse llevar por los juicios perdidos.

O dejarse morir,
en las penas  tardías,
de tragedias umbrías,
en los cortos perímetros
de la defecación.

Y no sabe, si dejarse morir
de aburrimiento.
O encender las hogueras de la memoria.

La casa está llena.
De dramas consentidos
por los hombres.

La casa está sola, no sabe si morirse
o resucitar lloros de niños no natos
o blasfemias de muertos inventados.

Si sabe que las sombras castigan
y buscan refugio,
en los cuerpos que tiritan de frío,
en la soledad del destierro
de  la indiferencia.

En el largo gemido del viento.
La casa  impenitente  vigila.
Va pasando el tiempo.
Cuenta a los vivos.
Solo queda uno.

La casa siente el miedo que la absorbe
en él bucle de un torso de cristal.

La casa siente que no es nada.

Si sabe  que  hay fantasmas,
en el fondo del mascarón de su existencia,
en los juicios de los desamparados
que esperan a ser juzgados
en el limbo de la indiferencia.

Duerme pared con pared,
con las otras casas.
Pero su soledad es infinita,
en la compañía inexorable
de los desórdenes del alma
de las otras.

La casa
está mortalmente casada de la vida.

La casa, quiere irse a casa.

Fundirse en la niebla de la nada
y contar galaxias en la almohada.




maría dolores carrillo.


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