Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
La misma alcoba de ese amor, es ésta.
Una flor seca y una copa rota.
Soledad del orgullo y voz ignota
del viento intruso, es todo lo que resta.
¿Y dónde, oh viento, el nombre y la floresta
ceceantes al par en tu remota
complicidad? Y al pregunta flota
vanamente en el viento sin respuesta.
La ventana que abrí, cerrada ha tanto
tiempo al viento y al nombre, parecía
tener cuajado en su cristal el llanto.
Ella y su nombre. El viento y su porfía.
Y sobre el libro del amor y el canto,
el retrato inocente todavía.
II
Tiendo la mano hacia el misterio mudo
de las cosas, y al largo movimiento
palpo apenas el tránsito del viento
que no vistió de aroma y va desnudo.
Ya solo el viento. Y lo que fue y no pudo
sobrevivir al plácido momento.
Altivo trance del renunciamiento.
Y algo invádame, lóbrego y sañudo.
No es el dolor que añora en la lejana
tarde del bosque el nombre descendido,
al ábrego de octubre, hoja temprana.
Ni la hoja marchita, ni el sonido
que hizo tal vez la hoja en la ventana
Es el viento que en mí se ha detenido.
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