El otoÑo
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
¡Salve, bosques que ciñen los verdores postreros!
Amarillos follajes en la hierba esparcidos;
¡salve, breve hermosura! La natura enlutada
se acomoda al dolor y me es grata a los ojos.
Ando a pasos muy lentos el desierto camino
y por última vez vuelvo a ver este sol
palidÃsimo y bello cuya luz expirante
ilumina a mis pies la tiniebla del bosque.
Para mà hay más encanto en la luz del otoño
cuando todo se muere a su vista empañada:
el adiós de un amigo, la sonrisa postrera
de unos labios a punto de sellarse por siempre.
Ya dispuesto a dejar la ilusión de la vida,
y llorando los sueños esfumados que tuve,
vuelvo aún la cabeza y envidioso contemplo
esos grandes tesoros de que nunca gocé.
Tierra y sol, valles, bella, mansa naturaleza,
os debÃa una lágrima con un pie en el sepulcro.
¡Todo el aire es perfume y la luz es tan pura!
¡Al que muere este sol le parece tan bello!
Yo quisiera apurar hasta las mismas heces
este cáliz que mezcla con el néctar la hiel;
tal vez en esta copa donde bebà la vida
pueda haber todavÃa una gota de miel.
El futuro quizá para mà reservaba
un retorno a la dicha de la cual nada espero.
Es posible que un alma que yo ignoro aún hubiese
comprendido mi alma, respondiendo a mis ansias...
La flor muere entregando sus perfumes al céfiro;
a la vida y al sol, éstos son mis adioses;
ahora muero y mi alma cuando expiro se exhala
como un triste sonido lleno de melodÃa.
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
¡Salve, bosques que ciñen los verdores postreros!
Amarillos follajes en la hierba esparcidos;
¡salve, breve hermosura! La natura enlutada
se acomoda al dolor y me es grata a los ojos.
Ando a pasos muy lentos el desierto camino
y por última vez vuelvo a ver este sol
palidÃsimo y bello cuya luz expirante
ilumina a mis pies la tiniebla del bosque.
Para mà hay más encanto en la luz del otoño
cuando todo se muere a su vista empañada:
el adiós de un amigo, la sonrisa postrera
de unos labios a punto de sellarse por siempre.
Ya dispuesto a dejar la ilusión de la vida,
y llorando los sueños esfumados que tuve,
vuelvo aún la cabeza y envidioso contemplo
esos grandes tesoros de que nunca gocé.
Tierra y sol, valles, bella, mansa naturaleza,
os debÃa una lágrima con un pie en el sepulcro.
¡Todo el aire es perfume y la luz es tan pura!
¡Al que muere este sol le parece tan bello!
Yo quisiera apurar hasta las mismas heces
este cáliz que mezcla con el néctar la hiel;
tal vez en esta copa donde bebà la vida
pueda haber todavÃa una gota de miel.
El futuro quizá para mà reservaba
un retorno a la dicha de la cual nada espero.
Es posible que un alma que yo ignoro aún hubiese
comprendido mi alma, respondiendo a mis ansias...
La flor muere entregando sus perfumes al céfiro;
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como un triste sonido lleno de melodÃa.
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