Con ese beso
Poema publicado el 15 de Noviembre de 2024
Con ese beso
Con ese beso me enfermé, como si hubiera perdido toda mi defensa. Tu sabor me desvió las oportunidades de ver más allá de tu lunar, de imaginar un mundo sin tu rastro en mi piel. Terminé con fiebre en la mirada y un cuerpo débil, agotado de tanto buscar el consuelo que, una vez, encontré en tu cercanía. No quiero salir a jugar, porque en el juego ya te perdí a ti.
Has jugado tanto conmigo… Pensarte era la gloria, un refugio dorado. Tenerte, el paraíso prometido. Pero ahora ni siquiera encuentro pensamientos buenos que me calmen; tu sombra se esconde de mí. Antes, no quería curarme, porque en tus labios hallaba la medicina y en la fiebre de tus ojos, la llama que me daba vida. ¡Esos ojos tuyos tan perdidos! Como si cargaran secretos viejos y tristeza sin nombre, como un pozo oscuro que absorbía mi tranquilidad.
Me aferro a ese recuerdo, a su dulzura y a su amargura, temeroso de dejarlo ir y de no hallarlo jamás. Hoy, como ayer, he recorrido cada rincón donde solía verte: el taller de artes, las canchas de fútbol, tu salón. Allí están los ecos de nuestras risas y el olor a lápices, a césped húmedo y a sueños jóvenes que llenaban cada rincón. Antes, las horas nunca eran suficientes; ahora, basta un instante para que los días se vuelvan eternos en su vacío… Los minutos rozan mi piel como espinas, y las horas desgarran hasta el mismo dolor que ya no puedo soportar.
Si yo fui el culpable, me arrepiento, aunque mi orgullo solo se doblega ante ti. Desearía que me regresaras el corazón, pero hasta en mi soledad me consuela que al menos él siga viéndote en cada rincón de mi memoria. Porque de tu camisa a tu perfume se entretejía mi calma, como un abrazo invisible que me llenaba de paz. Y de tu lunar a mis ojos, la eternidad, ese deseo infinito de verte siempre, como un reflejo de lo que fuimos… y de lo que mi alma todavía ansía.
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Poema publicado el 15 de Noviembre de 2024
Con ese beso
Con ese beso me enfermé, como si hubiera perdido toda mi defensa. Tu sabor me desvió las oportunidades de ver más allá de tu lunar, de imaginar un mundo sin tu rastro en mi piel. Terminé con fiebre en la mirada y un cuerpo débil, agotado de tanto buscar el consuelo que, una vez, encontré en tu cercanía. No quiero salir a jugar, porque en el juego ya te perdí a ti.
Has jugado tanto conmigo… Pensarte era la gloria, un refugio dorado. Tenerte, el paraíso prometido. Pero ahora ni siquiera encuentro pensamientos buenos que me calmen; tu sombra se esconde de mí. Antes, no quería curarme, porque en tus labios hallaba la medicina y en la fiebre de tus ojos, la llama que me daba vida. ¡Esos ojos tuyos tan perdidos! Como si cargaran secretos viejos y tristeza sin nombre, como un pozo oscuro que absorbía mi tranquilidad.
Me aferro a ese recuerdo, a su dulzura y a su amargura, temeroso de dejarlo ir y de no hallarlo jamás. Hoy, como ayer, he recorrido cada rincón donde solía verte: el taller de artes, las canchas de fútbol, tu salón. Allí están los ecos de nuestras risas y el olor a lápices, a césped húmedo y a sueños jóvenes que llenaban cada rincón. Antes, las horas nunca eran suficientes; ahora, basta un instante para que los días se vuelvan eternos en su vacío… Los minutos rozan mi piel como espinas, y las horas desgarran hasta el mismo dolor que ya no puedo soportar.
Si yo fui el culpable, me arrepiento, aunque mi orgullo solo se doblega ante ti. Desearía que me regresaras el corazón, pero hasta en mi soledad me consuela que al menos él siga viéndote en cada rincón de mi memoria. Porque de tu camisa a tu perfume se entretejía mi calma, como un abrazo invisible que me llenaba de paz. Y de tu lunar a mis ojos, la eternidad, ese deseo infinito de verte siempre, como un reflejo de lo que fuimos… y de lo que mi alma todavía ansía.
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