En la universidad de las aceras...
Poema publicado el 24 de Octubre de 2010
Cierro el libro que tengo entre las manos,
el alma más cansada que la vista
de darle tantas vueltas a las cosas
como a un laberinto sin salida.
Libros amontonados en el suelo
o hieráticos en las estanterías,
esperando tal vez que un día los abra
y descubra su belleza escondida.
Tengo la sensación, harto frecuente,
de que me va a caer la casa encima...
Salgo a la calle, es un día espléndido,
de los que ya no quedan muchos días,
el sol se ha coronado rey del mundo,
la luz está abrazada a las esquinas,
las aceras me acogen con agrado,
los árboles son manos que acarician
un cielo que recuerda al terciopelo
y quiere ser espejo del que mira.
Camino a la deriva por las calles,
me pierdo entre la gente que camina,
muchachas que parecen las vestales
que el templo del amor haría divinas,
anónimos viandantes solitarios,
un ángel que dibuja una sonrisa,
dos ancianos cogidos de la mano,
amantes que se besan o suspiran,
miradas que son cómplices de un sueño
de amor o de miradas clandestinas,
las gaviotas mezcladas con las nubes,
los gorriones armando algarabía,
los viejos que conversan en los bancos,
los niños que, jugando, dan envidia,
la música de un coche que se aleja,
el eco de mis pasos y sin prisa,
el río silencioso de mi alma,
la voz innumerable de la vida,
todo lo que aprendemos, no en los libros,
en la escuela vulgar de cada día,
que la universidad de las aceras
es otra forma de sabiduría.
Vivir, y no escribir, es lo primero,
y disfrutar de las cosas sencillas.
¿Está ahí la verdad del universo?
¿Será ésa la auténtica poesía...?
(Santander, 19 de octubre de 2010)
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Poema publicado el 24 de Octubre de 2010
Cierro el libro que tengo entre las manos,
el alma más cansada que la vista
de darle tantas vueltas a las cosas
como a un laberinto sin salida.
Libros amontonados en el suelo
o hieráticos en las estanterías,
esperando tal vez que un día los abra
y descubra su belleza escondida.
Tengo la sensación, harto frecuente,
de que me va a caer la casa encima...
Salgo a la calle, es un día espléndido,
de los que ya no quedan muchos días,
el sol se ha coronado rey del mundo,
la luz está abrazada a las esquinas,
las aceras me acogen con agrado,
los árboles son manos que acarician
un cielo que recuerda al terciopelo
y quiere ser espejo del que mira.
Camino a la deriva por las calles,
me pierdo entre la gente que camina,
muchachas que parecen las vestales
que el templo del amor haría divinas,
anónimos viandantes solitarios,
un ángel que dibuja una sonrisa,
dos ancianos cogidos de la mano,
amantes que se besan o suspiran,
miradas que son cómplices de un sueño
de amor o de miradas clandestinas,
las gaviotas mezcladas con las nubes,
los gorriones armando algarabía,
los viejos que conversan en los bancos,
los niños que, jugando, dan envidia,
la música de un coche que se aleja,
el eco de mis pasos y sin prisa,
el río silencioso de mi alma,
la voz innumerable de la vida,
todo lo que aprendemos, no en los libros,
en la escuela vulgar de cada día,
que la universidad de las aceras
es otra forma de sabiduría.
Vivir, y no escribir, es lo primero,
y disfrutar de las cosas sencillas.
¿Está ahí la verdad del universo?
¿Será ésa la auténtica poesía...?
(Santander, 19 de octubre de 2010)
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