Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
I. Voy a escribirte...
Voy a escribirte de un mundo sin memoria.
Los océanos engulleron las últimas palabras.
Sólo sobrevivió tu nombre en este caos
perdido entre la última tarde y esta nada
tan particular donde me encuentro.
En esta soledad te busco herido de muerte y agotado,
y sólo me queda una pregunta, la de siempre:
¿dónde estás, en medio de qué fibras?
¿Dónde queman ya tus llamas, entre qué cadáveres y flores?
¿Hay algún claro en este bosque todavÃa?
* * * * *
II. Desnudo a pocos metros...
Desnudo a pocos metros de mi cuerpo espero,
mejor hubiera sido, seguro, despedirme
de ti pero te ansÃo. Tu palabra es esta misma ciudad
de infinitas verdades y mentiras
donde sé que para hallarte he de morir
entre cristalinas fuentes y arrayanes
en este desierto nupcial que acabará conmigo.
* * * * *
III. En este callar tan largo...
En este callar tan largo que sobrevuela mil vuelos
se quiebra el aire. Mis manos quieren ser agua
sobre tu piel y tus labios. Mis ojos quieren ser faros
de los secretos recónditos del tiempo.
Pero este maldito frÃo me desangra,
inmóvil, inerte, azul, sin tregua.
He preguntado por ti en todos los lugares,
pero nadie sabe decirme nada de tu fuego,
nadie
Nadie
* * * * *
IV. Buscaré...
Buscaré aunque no me quede más palabra
que yo mismo, infértil agonÃa.
Entre las ruinas del mundo y tu recuerdo
de caricias de muerte sobrevivo.
Adelgazo más si cabe estas páginas de mar
para que escuches la infinidad cansada del hastÃo
y de lábiles estrellas que se rompen
en cada noche de placer: un solo instante
era el anuncio de tu marcha tras la herida.
* * * * *
V. Aún asà seguiré en este mar...
Aún asà seguiré en este mar interminable
de silencio de besos que te tocan.
La misma soledad que se detiene
en el inmenso abismo en que te sueño,
esclavo aún de mÃ, de mis infiernos.
Deseo alzar los pies pero la tierra
no para de empapar atravesando
con su lento rocÃo mi cuerpo de cristal.
* * * * *
VI. Es urgente que tu cuerpo...
Es urgente que tu cuerpo
abraze al mÃo después del mediodÃa.
Que esta vigilia insomne
acurruque mis desvelos, que ya es hora
de que cures este jardÃn cerrado, que ya es hora
de que la lluvia calme esta sequedad que hiere.
* * * * *
VII. Ni uno solo de estos versos...
Ni uno solo de estos versos
incendiará mi pecho como lo incendiará mirarte.
Esta muerte, cada vez más honda, esta noche
de luna en que tus manos defienden mi hermosura,
estas alas que siento batir sobre el aire cansado
me descubren tu rostro de absoluto vacÃo.
* * * * *
VIII. Pues en tus alas...
Pues en tus alas, ahora que la noche
me atrapa por fin, me he subido
para volar contigo este des-tiempo.
Mi luz son tus ojos de paloma
y mi única memoria son tus huellas
que en el aire blancas como lirios vas dejando.
En tus alas, ser-de-vuelo, voy oculto
hacia ese no-lugar soñado tantas veces
en la fragilidad del tiempo que puedo ya tan lejos
entretejido contemplar. Sólo el amor me queda
después de esta batalla hacia mà mismo:
el amor que sólo existe en el des-tiempo contigo.
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