El campesino y su campo
Poema publicado el 02 de Junio de 2009
El no entendía de poesía,
jamás leyó en tiempo muerto,
tosca fue su hidalguía,
sus poemas eran su campo, su huerto,
sus letras..., el día a día.
Las flores exhumaban su fragancia,
las margaritas no dudaban de su amor,
la tierra enamoró su infancia.
Vivian felices el campesino y su campo
el, con su belleza y olor.
Azada y limpia agua, la sequedad sacía,
sus obras; nacían y daban frutos
y los frutos, su alegría.
Más, los verdes trigales de la vida
lloraron su ausencia un día.
El jilguero ya no canta..., ¡llora!.
La vida por las acequias corre triste,
los gorriones no beben del agua clara.
Alondras, muy alto, vuelan y vuelan,
no se acercan a la tierra, ¿para qué?.
Los campos ya estan marchitos
en la vega, el verde no es su color,
los pobres, sin arado y sedientos sufren,
lloran y emiten sordos lamentos
por el campesino, el agua y el ruiseñor.
El hijo de la tierra no aparece,
sus campos, flores y plantas,
muy tristes muriendo van,
esperan y esperan las santas lluvias
que parece, no llegarán.
Quien tanto los mimaba no vuelve,
en la tierra que cubre su cuerpo, cipreses y malvas.
¡Muere!, preocupado el campesino por su campo.
¿Quien les dará riego y cariño?, se pregunta.
-A los hijos de esta tierra ya no interesa-
Y el, de pena ¡muere!, sabe que no volverá.
Poema publicado el 02 de Junio de 2009
El no entendía de poesía,
jamás leyó en tiempo muerto,
tosca fue su hidalguía,
sus poemas eran su campo, su huerto,
sus letras..., el día a día.
Las flores exhumaban su fragancia,
las margaritas no dudaban de su amor,
la tierra enamoró su infancia.
Vivian felices el campesino y su campo
el, con su belleza y olor.
Azada y limpia agua, la sequedad sacía,
sus obras; nacían y daban frutos
y los frutos, su alegría.
Más, los verdes trigales de la vida
lloraron su ausencia un día.
El jilguero ya no canta..., ¡llora!.
La vida por las acequias corre triste,
los gorriones no beben del agua clara.
Alondras, muy alto, vuelan y vuelan,
no se acercan a la tierra, ¿para qué?.
Los campos ya estan marchitos
en la vega, el verde no es su color,
los pobres, sin arado y sedientos sufren,
lloran y emiten sordos lamentos
por el campesino, el agua y el ruiseñor.
El hijo de la tierra no aparece,
sus campos, flores y plantas,
muy tristes muriendo van,
esperan y esperan las santas lluvias
que parece, no llegarán.
Quien tanto los mimaba no vuelve,
en la tierra que cubre su cuerpo, cipreses y malvas.
¡Muere!, preocupado el campesino por su campo.
¿Quien les dará riego y cariño?, se pregunta.
-A los hijos de esta tierra ya no interesa-
Y el, de pena ¡muere!, sabe que no volverá.
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