Flor de un dÃa
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
Yo di un eterno adiós a los placeres
cuando la pena doblegó mi frente,
y me soñé, mujer, indiferente
al estúpido amor de las mujeres.
En mi orgullo insensato yo creÃa
que estaba el mundo para mà desierto,
y que en lugar de corazón tenÃa
una insensible lápida de muerto.
Mas despertaste tú mis ilusiones
con embusteras frases de cariño,
y dejaron su tumba las pasiones
y te entregué mi corazón de niño.
No extraño que quisieras provocarme,
ni extraño que lograras encenderme;
porque fuiste capaz de sospecharme,
pero no eres capaz de comprenderme.
¿Me encendiste en amor con tus encantos,
porque nacà con alma de coplero,
y buscaste el incienso de mis cantos?...
¿Me crees, por ventura, pebetero?
No esperes ya que tu piedad implore,
volviendo con mi amor a importunarte;
aunque rendido el corazón te adore,
el orgullo me ordena abandonarte.
Yo seguiré con mi penar impÃo,
mientras que gozas envidiable calma;
tú me dejas la duda y el vacÃo,
y yo en cambio, mujer, te dejo el alma.
Porque eterno será mi amor profundo,
que en ti pienso constante y desgraciado,
como piensa en la gloria el condenado,
como piensa en la vida el moribundo.
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
Yo di un eterno adiós a los placeres
cuando la pena doblegó mi frente,
y me soñé, mujer, indiferente
al estúpido amor de las mujeres.
En mi orgullo insensato yo creÃa
que estaba el mundo para mà desierto,
y que en lugar de corazón tenÃa
una insensible lápida de muerto.
Mas despertaste tú mis ilusiones
con embusteras frases de cariño,
y dejaron su tumba las pasiones
y te entregué mi corazón de niño.
No extraño que quisieras provocarme,
ni extraño que lograras encenderme;
porque fuiste capaz de sospecharme,
pero no eres capaz de comprenderme.
¿Me encendiste en amor con tus encantos,
porque nacà con alma de coplero,
y buscaste el incienso de mis cantos?...
¿Me crees, por ventura, pebetero?
No esperes ya que tu piedad implore,
volviendo con mi amor a importunarte;
aunque rendido el corazón te adore,
el orgullo me ordena abandonarte.
Yo seguiré con mi penar impÃo,
mientras que gozas envidiable calma;
tú me dejas la duda y el vacÃo,
y yo en cambio, mujer, te dejo el alma.
Porque eterno será mi amor profundo,
que en ti pienso constante y desgraciado,
como piensa en la gloria el condenado,
como piensa en la vida el moribundo.
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Perdón
Religiosos
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