A un todosantero (chico mal tiempo
Poema publicado el 05 de Diciembre de 2008
A UN TODOSANTERO...
(CHICO MAL TIEMPO)
Ayer, por una vereda
cuajada toda de lodo,
caminaba reclinado
en el hombro del silencio...
Mi pensamiento lejano
iba del brazo del agua,
que corría en desenfreno
a salpicar la cañada...
Allí, junto a mi camino
tapado con "nailon" viejo,
estaba el dueño legítimo
de veredas y arboledas,
de cañadas y ensenadas,
de caminos retorcidos;
El dueño del horizonte,
el amo de las montañas,
de las culturas antiguas,
! el poeta ya olvidado !
Allí estaba sentado
bebiéndose el aguacero
como se beben de noche
las estrellas, en silencio.
Era el indígena triste,
el que sueña eternamente,
el que recuerda a su raza,
el que sigue siendo viejo.
Era el hombre bisabuelo
de altiplanos agotados,
que sentado en el sendero
veía pasar las horas
cabalgando por el agua,
que corría en desenfreno
a salpicar la cañada.
Me senté junto al recuerdo,
a beber de su silencio,
y a manera de saludo
medio tocó su sombrero.
Su perfil tan arrugado
era el perfil de la tierra;
moreno como ella misma,
cansado también como ella,
reseco..., ya no como ella
porque estamos en invierno.
Sus ojos seguían viendo
hacia no sé qué recuerdos
y parecía sumido
en no sé qué pensamientos.
Sacó su mano del "nailon"
y la llevó junto al pecho,
--Será, pensé-- que le duele
el corazón por ser viejo
o lo toca para saber
si aún le sigue latiendo ?
Mi pensamiento mojado
por las gotas bullangueras
tuvo que volver corriendo
a meterse en mi cerebro
porque la mano del viejo
venía con siete dedos:
cinco de carne y pellejo,
dos, de papel amarillo.
Me ofreció, acepté luego
y como por un encanto,
prendió fuego su mechero.
Lo miré largo y tendido,
haciéndome su retrato
para no olvidarlo nunca...
Suspiraba en cada beso
y el humo de su cigarro
se elevaba silencioso
bañándose en la llovizna.
Siguió sentado,
en silencio,
con la mirada perdida
detrás del viejo horizonte
y parecía que estaba
recordando a sus bisnietos.
Luego, sacó otro cigrro
que encendió con el primero
y así, suspirando a ratos
parecía una escultura
con cerbatana 'e tabaco
-- y en la punta un lucero--,
tirándole a los recuerdos.
De repente, como el trueno,
sonó su voz ya cansada
y me dijo: -compañero--
qué tanto me ha esta'o viendo ?
-- En usted veo lo nuestro,
la patria, nuestras costumbres--
Su voz rugosa y reseca
como su rostro moreno
se desgajó en un suspiro
para silenciarse luego.
-- Veya estas tierras- me dijo,
eran de mis bisagüelos,
ora están, dis'que en las manos
de los ricazos del pueblo;
-- Vide estos pastos añejos,
eran de mis bisagüelos,
ora los tiene el hijo
di'un siñor que's istranjero.
-- Lance su mirada al cerro,
bájila por la vereda
y arrecuéstila en valle,
súbala hasta la montaña,
paséyela por los arroyos
y cuando rigrese cansada,
a beber en el paisaje
habria vido lo que antis
era de mis bisagüelos.
Ora no tenemos nada,
todo'es diotras personas;
nos lo han eido consumiendo
ya casi nadita es nuestro.
Vídeme bien y no siga
viendo lo que's mi ricuerdo;
la patria suya no es nuestra,
nuestras sí son las costumbros
pero son costumbros di'otros
como di'otros es la patria--
Me quedé como el silencio.
Vi mis zapatos con lodo,
me compuse mi sombrero
y me le quedé mirando:
Su "nailon" era más viejo,
sus caites eran más viejos,
su sombrero estaba viejo,
él también era más viejo.
Ayer, por una vereda
cuajada toda de lodo,
caminaba reclinado
en el hombro del silencio.
Las gotas frías y fuertes
se me pegaban al cuerpo
y en medio de la vereda
junté mi mano mojada
con el indígena viejo;
Se compuso su sombrero,
se arregló su "nailon" rojo
y se alejó silencioso.
El poeta de otro tiempo,
el labrador de la tierra,
el pintor de lejanías,
el dueño de estos paisajes
ya no tiene ni esperanza,
porque sin duda que hasta eso
quieren robarle, los mismos
que ahora son padres del pueblo.
Pensativo, silencioso,
recorrí de nuevo el camino
cabalgando por el agua,
que corría en desenfreno
a salpicar la cañada.
AXEL GILBERTO FUNES.
1975. copié: 1O-mayo-95 11:O3 hrs
Poema publicado el 05 de Diciembre de 2008
A UN TODOSANTERO...
(CHICO MAL TIEMPO)
Ayer, por una vereda
cuajada toda de lodo,
caminaba reclinado
en el hombro del silencio...
Mi pensamiento lejano
iba del brazo del agua,
que corría en desenfreno
a salpicar la cañada...
Allí, junto a mi camino
tapado con "nailon" viejo,
estaba el dueño legítimo
de veredas y arboledas,
de cañadas y ensenadas,
de caminos retorcidos;
El dueño del horizonte,
el amo de las montañas,
de las culturas antiguas,
! el poeta ya olvidado !
Allí estaba sentado
bebiéndose el aguacero
como se beben de noche
las estrellas, en silencio.
Era el indígena triste,
el que sueña eternamente,
el que recuerda a su raza,
el que sigue siendo viejo.
Era el hombre bisabuelo
de altiplanos agotados,
que sentado en el sendero
veía pasar las horas
cabalgando por el agua,
que corría en desenfreno
a salpicar la cañada.
Me senté junto al recuerdo,
a beber de su silencio,
y a manera de saludo
medio tocó su sombrero.
Su perfil tan arrugado
era el perfil de la tierra;
moreno como ella misma,
cansado también como ella,
reseco..., ya no como ella
porque estamos en invierno.
Sus ojos seguían viendo
hacia no sé qué recuerdos
y parecía sumido
en no sé qué pensamientos.
Sacó su mano del "nailon"
y la llevó junto al pecho,
--Será, pensé-- que le duele
el corazón por ser viejo
o lo toca para saber
si aún le sigue latiendo ?
Mi pensamiento mojado
por las gotas bullangueras
tuvo que volver corriendo
a meterse en mi cerebro
porque la mano del viejo
venía con siete dedos:
cinco de carne y pellejo,
dos, de papel amarillo.
Me ofreció, acepté luego
y como por un encanto,
prendió fuego su mechero.
Lo miré largo y tendido,
haciéndome su retrato
para no olvidarlo nunca...
Suspiraba en cada beso
y el humo de su cigarro
se elevaba silencioso
bañándose en la llovizna.
Siguió sentado,
en silencio,
con la mirada perdida
detrás del viejo horizonte
y parecía que estaba
recordando a sus bisnietos.
Luego, sacó otro cigrro
que encendió con el primero
y así, suspirando a ratos
parecía una escultura
con cerbatana 'e tabaco
-- y en la punta un lucero--,
tirándole a los recuerdos.
De repente, como el trueno,
sonó su voz ya cansada
y me dijo: -compañero--
qué tanto me ha esta'o viendo ?
-- En usted veo lo nuestro,
la patria, nuestras costumbres--
Su voz rugosa y reseca
como su rostro moreno
se desgajó en un suspiro
para silenciarse luego.
-- Veya estas tierras- me dijo,
eran de mis bisagüelos,
ora están, dis'que en las manos
de los ricazos del pueblo;
-- Vide estos pastos añejos,
eran de mis bisagüelos,
ora los tiene el hijo
di'un siñor que's istranjero.
-- Lance su mirada al cerro,
bájila por la vereda
y arrecuéstila en valle,
súbala hasta la montaña,
paséyela por los arroyos
y cuando rigrese cansada,
a beber en el paisaje
habria vido lo que antis
era de mis bisagüelos.
Ora no tenemos nada,
todo'es diotras personas;
nos lo han eido consumiendo
ya casi nadita es nuestro.
Vídeme bien y no siga
viendo lo que's mi ricuerdo;
la patria suya no es nuestra,
nuestras sí son las costumbros
pero son costumbros di'otros
como di'otros es la patria--
Me quedé como el silencio.
Vi mis zapatos con lodo,
me compuse mi sombrero
y me le quedé mirando:
Su "nailon" era más viejo,
sus caites eran más viejos,
su sombrero estaba viejo,
él también era más viejo.
Ayer, por una vereda
cuajada toda de lodo,
caminaba reclinado
en el hombro del silencio.
Las gotas frías y fuertes
se me pegaban al cuerpo
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