Cuando nos recogía el silencio
Poema publicado el 01 de Agosto de 2010
Firmemente atados al desatino
de esta pena absurda que no merece
ausencia encarcelada de tus sueños,
propia de los susurros de los días
de las sombras que pierden el desencanto
de las lunas,
ampliando el silencio
callado ante la noche que se pierde en lágrimas
ausentes, carentes
de miedo,
asustados ante los vientos torpes
de aquel día escueto,
pobre de armonía, escapando al descontrol
de tus recuerdos
mientras no estábamos,
sólo la hierba nos recogía,
entre sus brazos de sombra
carente de nostalgia
ensombreciendo el despróposito
impedido de tu ausencia,
besando, después, el encuentro de tus ojos
esperando la cercanía para llegar,
muertos de agonía, a entender la presencia silenciada,
ausentada en siglos de piedra mientras dormías
tranquilo
y yo esperaba la llegada inacabada
espiando el sentido de los sueños
atentos,
asombrados entre el silencio que nos recogía
entre sus brazos de espuma enmudecida.
Los caminos rotos de tu día callado
llegan al susurro
turbio, al dolor presente
en tu noche
escapada entre las sombras de los sueños
respirando nostalgia,
callados caminando el desierto apagado
envueltos en tules negros
de sordos instantes, rotos ya,
pobres de viento,
anclados al recuerdo de tus blancas manos
mientras miraba por la ventana rota la llegada
que no llegaba,
comenzando el encuentro en la lejanía
rompiendo la espera
ante los asombros
de los siglos que esperan
enmudecidos los atajos
desesperados,
ausentados ante la mar embravecida
rompiendo sobre su amargura, escapando.
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Poema publicado el 01 de Agosto de 2010
Firmemente atados al desatino
de esta pena absurda que no merece
ausencia encarcelada de tus sueños,
propia de los susurros de los días
de las sombras que pierden el desencanto
de las lunas,
ampliando el silencio
callado ante la noche que se pierde en lágrimas
ausentes, carentes
de miedo,
asustados ante los vientos torpes
de aquel día escueto,
pobre de armonía, escapando al descontrol
de tus recuerdos
mientras no estábamos,
sólo la hierba nos recogía,
entre sus brazos de sombra
carente de nostalgia
ensombreciendo el despróposito
impedido de tu ausencia,
besando, después, el encuentro de tus ojos
esperando la cercanía para llegar,
muertos de agonía, a entender la presencia silenciada,
ausentada en siglos de piedra mientras dormías
tranquilo
y yo esperaba la llegada inacabada
espiando el sentido de los sueños
atentos,
asombrados entre el silencio que nos recogía
entre sus brazos de espuma enmudecida.
Los caminos rotos de tu día callado
llegan al susurro
turbio, al dolor presente
en tu noche
escapada entre las sombras de los sueños
respirando nostalgia,
callados caminando el desierto apagado
envueltos en tules negros
de sordos instantes, rotos ya,
pobres de viento,
anclados al recuerdo de tus blancas manos
mientras miraba por la ventana rota la llegada
que no llegaba,
comenzando el encuentro en la lejanía
rompiendo la espera
ante los asombros
de los siglos que esperan
enmudecidos los atajos
desesperados,
ausentados ante la mar embravecida
rompiendo sobre su amargura, escapando.
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