En el principio - Poemas de Carlos Sahag煤n

En el principio, el agua
abri贸 todas las puertas, ech贸 las campanas al vuelo,               
subi贸 a las torres de la paz -eran tiempos de paz-,
baj贸 a los hombros de mi profesor               
-aquellos hombros suyos tan metaf铆sicos,
tan doctrinales, tan
florecidos de libros de Arist贸teles-,               
baj贸 a sus hombros, no os enga帽o,
y salt贸 por su pecho como un p谩jaro vivo.

Ah, no te olvido,
a ojos cerrados te recuerdo tapiando las ventanas,
sobre el papel en blanco de la vida
dejando caer tinteros y palabras de piedra.
Y era lo mismo: yo segu铆a puro;
los 煤ltimos de clase, los expulsados por llevar ternura               
      en los bolsillos,
segu铆amos puros como el viento.
Antes de Thales de Mileto,
mucho antes a煤n de que los fil贸sofos fueran               
      canonizados,
cuando el diluvio universal,
el llanto universal,
y un cielo todav铆a universal,               
el agua contra铆a matrimonio con el agua,
y los hijos del agua eran p谩jaros, flores, peces, 谩rboles,               
eran caminos, piedras, monta帽as, humo, estrellas.
Los hombres se abrazaban, uno a uno,               
como corderos, las mujeres
dorm铆an sin temor, los ni帽os todos               
se proclamaban hijos de la alegr铆a, hermanos
de la yerba verde,               
los animales se dejaban
llevar, no estaban solos -nadie estaba solo-,               
y era feliz el aire aun sin ponerse en movimiento,
y en el espejo de unas manos llenas de agua
iba a mirarse la esperanza, y estaba limpia, y sonre铆a.

(Aqu铆 quisiera hablar, abrir un libro      -aqu铆,
en este instante s贸lo-
de aquel poeta puro que sin cesar cantaba:               
"El mundo est谩 bien hecho, el mundo est谩
bien hecho, el mundo
est谩 bien hecho ..." -aqu铆, en este instante s贸lo-.)
隆Y c贸mo no iba a estar bien hecho,               
si en aquel tiempo las palomas altas
se derret铆an como copos,               
si era inocente amarse desesperadamente,
si las ma帽anas claras, reci茅n lavadas, daban               
su generoso coraz贸n al hombre!

Aquello era la vida,
era la vida y empujaba,
      pero,
cuando entraron los lobos, despu茅s,
      despacio, devorando,
el agua se hizo amiga de la sangre,
y en cascadas de sangre cay贸, como una herida,               
cay贸 sobre los hombres
desde el pecho de Dios, azul, eterno.