Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
Entonces sà que daban
su vida al sol, su aliento al aire, entonces
sà que eran encarnados en la tierra.
Para qué recordar. Estoy en medio
de la fiesta y ya casi
cuaja la noche pronta de febrero.
Y aún sin bailar: yo solo.
¡Venid, bailad conmigo, que ya puedo
arrimar la cintura bien, que puedo
mover los pasos a vuestro aire hermoso!
Ãguedas, aguedicas,
decidles que me dejen
bailar con ellos, que yo soy del pueblo,
soy un vecino más, decid a todos
que he esperado este dÃa
toda la vida! OÃdlo.
Óyeme tú, que ahora
pasas al lado mÃo y un momento,
sin darte cuenta, miras a lo alto
y a tu corazón baja
el baile eterno de Ãguedas del mundo,
óyeme tú, que sabes
que se acaba la fiesta y no la puedes
guardar en casa como un limpio apero,
y se te va, y ya nunca...
tú, que pisas la tierra
y aprietas tu pareja, y bailas, bailas.
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