Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
Hace de esto ya muchos, muchos años,
cuando en un reino junto al mar vivÃ,
vivÃa allà una virgen que os evoco
por el nombre de Annabel Lee;
y era su único sueño verse siempre
por mà adorada y adorarme a mÃ.
Niños éramos ambos, en el reino
junto al mar; nos quisimos allÃ
con amor que era amor de los amores,
yo con mi Annabel Lee;
con amor que los ángeles del cielo
envidiaban a ella cuanto a mÃ.
Y por eso, hace mucho, en aquel reino,
en el reino ante el mar, ¡triste de mÃ!,
desde una nube sopló un viento, helando
para siempre a mi hermosa Annabel Lee
Y parientes ilustres la llevaron
lejos, lejos de mÃ;
en el reino ante el mar se la llevaron
hasta una tumba a sepultarla allÃ.
¡Oh sÃ! -no tan felices los arcángeles-,
llegaron a envidiarnos, a ella, a mÃ.
Y no más que por eso -todos, todos
en el reino, ante el mar, sábenlo asÃ-,
sopló viento nocturno, de una nube,
robándome por siempre a Annabel Lee.
Mas, vence nuestro amor; vence al de muchos,
más grandes que ella fue, que nunca fui;
y ni próceres ángeles del cielo
ni demonios que el mar prospere en sÃ,
separarán jamás mi alma del alma
de la radiante Annabel Lee.
Pues la luna ascendente, dulcemente,
tráeme sueños de Annabel Lee;
como estrellas tranquilas las pupilas
me sonrÃen de Annabel Lee;
y reposo, en la noche embellecida,
con mi siempre querida, con mi vida;
con mi esposa radiante Annabel Lee
en la tumba, ante el mar, Annabel Lee.
Versión de Carlos Obligado
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