Cuadernillo de bella
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
1
Cómo llevar a las palabras
la sensación, el roce de tu mano
por vez primera entre la mÃa.
Su forma frágil, delicada,
su ser, su estar en mÃ, su suave entrega.
"Esta es la mano, en fin, de tu muchacha",
me dices no sé cómo, mientras siento
"esta es la mano de la niña mÃa".
Mayor delicia habrá,
si tiempo y suerte quieren.
Ninguna habrá tan absoluta y pura.
2
Reverente imagino tus muñecas
en tus brazos menudos acunadas.
Cómo se llaman, digo. Y me respondes
en una voz que la distancia vela
desde el hondo del patio. Deja. Mira,
tú estás feliz, eres feliz, qué importa.
Tú estás hecha de infancias, niña mÃa.
tú eres toda de niños. Vida solo.
3
Ya te miro venir, ligera y leve,
volando las escalas del teatro,
la boina al sesgo de tu pelo lacio,
radiante y feliz, hecha de aromas.
Das a mi amigo un libro, me sonrÃes,
después te vuelves y tu esbelta espalda
escaleras abajo es una música
y es una puertecilla hacia la dicha.
4
Quién sabe cómo fue ni cuándo y dónde
me dijiste que sÃ, que me entregabas
el huerto de ti misma, paraÃso
de magias y delicias y qué glorias.
Y yo ciego de mà te acepto a ciegas
del esplendor terrible de tu llama
tan frágil y menuda entre mis brazos.
Pues tú eres tú y eras la vida y todo
cuanto va desde el júbilo a lo trágico,
desde el alba a las fiestas de la tarde.
5
Y tus muñecas fueron al fin hijos,
oh música del mundo, oh maravilla,
mi cajita de asombros, mi señora!
Y el dueño de tu huerto florecido,
el taciturno, te volvió la espalda,
te dejó a solas con tus juegos mágicos,
los únicos que importan, y lloraste.
¿Cómo pude yo hacer que sollozaras?
¡La boina al sesgo del cabello pulcro,
tú, la del rostro terso, radiante,
quién pudo imaginarte entonces lágrimas!
Y sin embargo fuimos los dos uno,
no se puede ser más, y tú has llorado.
6
Todo es al fin no más un cuento mágico.
Quién sabe cómo, todo cuento acaba.
Yo di su vida a los muñecos tuyos
como un brujo hechizado. Me embrujaste
con solo ser tan niña a vida pura.
Como a través de un vidrio estoy mirándote.
Turbio vidrio mi asombro de saberte
tal cual eres, mi niña desdichada.
Me hechizaste, y en cambio te hice daño.
Mas yo sólo te amé porque tú eras.
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
1
Cómo llevar a las palabras
la sensación, el roce de tu mano
por vez primera entre la mÃa.
Su forma frágil, delicada,
su ser, su estar en mÃ, su suave entrega.
"Esta es la mano, en fin, de tu muchacha",
me dices no sé cómo, mientras siento
"esta es la mano de la niña mÃa".
Mayor delicia habrá,
si tiempo y suerte quieren.
Ninguna habrá tan absoluta y pura.
2
Reverente imagino tus muñecas
en tus brazos menudos acunadas.
Cómo se llaman, digo. Y me respondes
en una voz que la distancia vela
desde el hondo del patio. Deja. Mira,
tú estás feliz, eres feliz, qué importa.
Tú estás hecha de infancias, niña mÃa.
tú eres toda de niños. Vida solo.
3
Ya te miro venir, ligera y leve,
volando las escalas del teatro,
la boina al sesgo de tu pelo lacio,
radiante y feliz, hecha de aromas.
Das a mi amigo un libro, me sonrÃes,
después te vuelves y tu esbelta espalda
escaleras abajo es una música
y es una puertecilla hacia la dicha.
4
Quién sabe cómo fue ni cuándo y dónde
me dijiste que sÃ, que me entregabas
el huerto de ti misma, paraÃso
de magias y delicias y qué glorias.
Y yo ciego de mà te acepto a ciegas
del esplendor terrible de tu llama
tan frágil y menuda entre mis brazos.
Pues tú eres tú y eras la vida y todo
cuanto va desde el júbilo a lo trágico,
desde el alba a las fiestas de la tarde.
5
Y tus muñecas fueron al fin hijos,
oh música del mundo, oh maravilla,
mi cajita de asombros, mi señora!
Y el dueño de tu huerto florecido,
el taciturno, te volvió la espalda,
te dejó a solas con tus juegos mágicos,
los únicos que importan, y lloraste.
¿Cómo pude yo hacer que sollozaras?
¡La boina al sesgo del cabello pulcro,
tú, la del rostro terso, radiante,
quién pudo imaginarte entonces lágrimas!
Y sin embargo fuimos los dos uno,
no se puede ser más, y tú has llorado.
6
Todo es al fin no más un cuento mágico.
Quién sabe cómo, todo cuento acaba.
Yo di su vida a los muñecos tuyos
como un brujo hechizado. Me embrujaste
con solo ser tan niña a vida pura.
Como a través de un vidrio estoy mirándote.
Turbio vidrio mi asombro de saberte
tal cual eres, mi niña desdichada.
Me hechizaste, y en cambio te hice daño.
Mas yo sólo te amé porque tú eras.
¿Pudiera decirnos en que categorÃa ubicarÃa este poema?
Amor
Amistad
Familia
Poemas de Cumpleaños
Poemas de San ValentÃn o
DÃa de los Enamorados
Poemas del DÃa de la Mujer
Poemas del DÃa de las Madres
Poemas del DÃa de los Padres
Poemas de Navidad
Poemas de Halloween
Infantiles
Perdón
Religiosos
Tristeza y Dolor
Desamor
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