Cerraron sus ojos
Poema publicado el 23 de Agosto de 2010
GUSTAVO ADOLFO BECQUER
(1836-1870 )
Cerraron sus ojos que aun tenía abiertos
Taparon su cara
Con un blanco lienzo
Y unos sollozando,
Y otros en silencio
De la triste alcoba
Todos se salieron,
La luz que un vaso
Ardía en el suelo
Al muro arrojaba
La sombra del lecho
Y entre aquella sombra,
Veiase a intervalos
Dibujarse, rígida
La forma de cuerpo,
Despertaba el día´´
Y, a su albor primero.
Con sus mil ruidos
Despertaba el pueblo
Ante aquel contraste
De luz y tinieblas,
Medite un momento
¡Dios mío, que solos
Se quedan lo muertos!
De la casa a hombros
Llevaron la al templo
Y en una capilla
dejaron el féretro
allí rodearon
sus pálidos restos
de amarillas velas
y de paños negros.
Al dar de las ánimas
El toque postrero,
Acabó una vieja
Su últimos rezos,
Cruzo la ancha nave
Las puertas gimieron
Y el santo recinto
Quedose desierto
De un reloj se oía
acompasado el péndulo,
Y de algunos sirios
El chisporroteo.
Tan medroso y triste,
Tan oscuro
Todo se encontraba,
Que pensé un momento
¡Dios mío, qué solos!
Se quedan los muertos!
De la alta campana
La lengua de hierro
Le dio, volteando,
Su a dios lastimero
El luto en las ropas,
Amigos y deudos
Cruzaron en fila,
Formando el cortejo.
Del último asilo,
Oscuro y estrecho
Abrió la piqueta
El nicho a un extremo
Allí la acostaron.
Taparon la luego
y, con un saludo,
despidiose el duelo,
la piqueta al hombro,
El sepulturero
Cantando entre dientes,
Se perdió a lo lejos
La noche se entraba,
Reinaba el silencio;
Perdido en las sombras,
Medité un momento:
Dios mío, que solos
se quedan los muertos
en las largas noches
del helado invierno,
cuando las maderas
crujir hace el viento
y azota los vidrios
el fuerte aguacero,
de la pobre niña
a solas me acuerdo,
allí cae la lluvia
con un son eterno
allí la combate
cantando entre dientes
allí la combate
el soplo del cierzo.
De húmedo muro
Tendida en el hueco
¡Acaso de frio
se hielan sus huesos!
¿Vuelve el polvo al polvo?
¿Vuela el alma al cielo?
¿Todo es vil materia,
Podredumbre y cieno?
¡no se, pero hay algo
Que explicar no puedo,
Que al par nos infunde
Repugnancia y duelo
Al dejar tan tristes
Tan solo los muertos!
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Poema publicado el 23 de Agosto de 2010
GUSTAVO ADOLFO BECQUER
(1836-1870 )
Cerraron sus ojos que aun tenía abiertos
Taparon su cara
Con un blanco lienzo
Y unos sollozando,
Y otros en silencio
De la triste alcoba
Todos se salieron,
La luz que un vaso
Ardía en el suelo
Al muro arrojaba
La sombra del lecho
Y entre aquella sombra,
Veiase a intervalos
Dibujarse, rígida
La forma de cuerpo,
Despertaba el día´´
Y, a su albor primero.
Con sus mil ruidos
Despertaba el pueblo
Ante aquel contraste
De luz y tinieblas,
Medite un momento
¡Dios mío, que solos
Se quedan lo muertos!
De la casa a hombros
Llevaron la al templo
Y en una capilla
dejaron el féretro
allí rodearon
sus pálidos restos
de amarillas velas
y de paños negros.
Al dar de las ánimas
El toque postrero,
Acabó una vieja
Su últimos rezos,
Cruzo la ancha nave
Las puertas gimieron
Y el santo recinto
Quedose desierto
De un reloj se oía
acompasado el péndulo,
Y de algunos sirios
El chisporroteo.
Tan medroso y triste,
Tan oscuro
Todo se encontraba,
Que pensé un momento
¡Dios mío, qué solos!
Se quedan los muertos!
De la alta campana
La lengua de hierro
Le dio, volteando,
Su a dios lastimero
El luto en las ropas,
Amigos y deudos
Cruzaron en fila,
Formando el cortejo.
Del último asilo,
Oscuro y estrecho
Abrió la piqueta
El nicho a un extremo
Allí la acostaron.
Taparon la luego
y, con un saludo,
despidiose el duelo,
la piqueta al hombro,
El sepulturero
Cantando entre dientes,
Se perdió a lo lejos
La noche se entraba,
Reinaba el silencio;
Perdido en las sombras,
Medité un momento:
Dios mío, que solos
se quedan los muertos
en las largas noches
del helado invierno,
cuando las maderas
crujir hace el viento
y azota los vidrios
el fuerte aguacero,
de la pobre niña
a solas me acuerdo,
allí cae la lluvia
con un son eterno
allí la combate
cantando entre dientes
allí la combate
el soplo del cierzo.
De húmedo muro
Tendida en el hueco
¡Acaso de frio
se hielan sus huesos!
¿Vuelve el polvo al polvo?
¿Vuela el alma al cielo?
¿Todo es vil materia,
Podredumbre y cieno?
¡no se, pero hay algo
Que explicar no puedo,
Que al par nos infunde
Repugnancia y duelo
Al dejar tan tristes
Tan solo los muertos!
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