Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
Porque ya mis tristezas son como los matices
sombrÃos de los cuadros en que la luz fulgura;
porque ya paladeo la gota de la amargura
en el dorado néctar de las horas felices;
porque sé abandonarme, con la santa inconsciencia
de una tabla que flota, sobre el mar de la vida,
y aparté de mis labios la manzana prohibida
con que tentarme quiso el árbol de la ciencia;
porque supe vestirme con el albo ropaje
de mi niñez ingenua, aspirar el salvaje
aroma de los campos, embriagarme de sol,
y mirar como en antes el pájaro y la estrella
-el pájaro que un dÃa me contó su querella;
la estrella que una noche conmigo sonrió-,
y porque ya me diste la calma indeficiente,
vida, y el don supremo de la sonrisa franca,
sobre la piedra blanca voy a posar mi frente
y marcaré este dÃa con otra piedra blanca...
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