OÙ picoraient des chouettes
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
Cuando desapareces con el dÃa
quisiera visitar la luna negra.
Dicen que allà no hay fábricas de faros,
que no se posa nunca la lechuza
donde nadie plantó un árbol escrito;
que allà nada se arraiga a tu recuerdo.
La noche es el tendero del recuerdo
y vende los cadáveres del dÃa.
Sé que los astros son el resto escrito,
lenguaje morse en una mancha negra,
que ya sólo responde la lechuza
o el eco voluntario de los faros.
Y a veces te pareces a los faros
cuando le compro al velo tu recuerdo;
y a veces eres pluma de lechuza
que trae seca la luz de último dÃa.
Pero cierro los ojos y eres negra:
eres la tinta endeble de un escrito.
Yo te conozco bien porque te he escrito
incluso donde no llegan los faros.
Me supe camuflar, marea negra,
a la velocidad de algún recuerdo
o travestirme luego de ancho dÃa
con la ágil crueldad de la lechuza.
Aunque tú eres la auténtica lechuza
y el eterno reencuentro estaba escrito
desde el primer crepúsculo del dÃa,
desde el primer engaño de los faros:
que en mi ventana dejes en recuerdo
tu sola discordante pluma negra.
También tu inverosÃmil sombra es negra
y me la das, incólume lechuza,
ciñéndola a esta noche de recuerdo
tan blanco como nunca se hubo escrito.
Y luces para mà tu nuevo dÃa.
Deja que cribe el dÃa en mi alma negra
-de faros picoteos, de lechuza-,
deja que viva escrito en tu recuerdo.
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Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
Cuando desapareces con el dÃa
quisiera visitar la luna negra.
Dicen que allà no hay fábricas de faros,
que no se posa nunca la lechuza
donde nadie plantó un árbol escrito;
que allà nada se arraiga a tu recuerdo.
La noche es el tendero del recuerdo
y vende los cadáveres del dÃa.
Sé que los astros son el resto escrito,
lenguaje morse en una mancha negra,
que ya sólo responde la lechuza
o el eco voluntario de los faros.
Y a veces te pareces a los faros
cuando le compro al velo tu recuerdo;
y a veces eres pluma de lechuza
que trae seca la luz de último dÃa.
Pero cierro los ojos y eres negra:
eres la tinta endeble de un escrito.
Yo te conozco bien porque te he escrito
incluso donde no llegan los faros.
Me supe camuflar, marea negra,
a la velocidad de algún recuerdo
o travestirme luego de ancho dÃa
con la ágil crueldad de la lechuza.
Aunque tú eres la auténtica lechuza
y el eterno reencuentro estaba escrito
desde el primer crepúsculo del dÃa,
desde el primer engaño de los faros:
que en mi ventana dejes en recuerdo
tu sola discordante pluma negra.
También tu inverosÃmil sombra es negra
y me la das, incólume lechuza,
ciñéndola a esta noche de recuerdo
tan blanco como nunca se hubo escrito.
Y luces para mà tu nuevo dÃa.
Deja que cribe el dÃa en mi alma negra
-de faros picoteos, de lechuza-,
deja que viva escrito en tu recuerdo.
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