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Capítulo anacrónico para un adán lírico - Poemas de Florentino Gutiérrez Gabela



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Capítulo anacrónico para un adán lírico
Poema publicado el 31 de Enero de 2016

Ya escribiste tu epopeya falsaria
y eres uno de los sobrevivientes en este umbral
de los siglos, un Fénix
que ha escrito su genealogía aferrado a su cruz lignaria,
el sicario maldito lapidándose enloquecido
entre las reliquias de los jerarcas
y un sicomoro espectro de un Egipto fúnebre.

¿Has tocado ya la esquila de los leprosos
o el cuerno de los faunos?
¿te has asomado a las balaustradas
donde Juan el Evangelista anunció el Apocalipsis?.

Caín no gozó el próspero paraíso
y se escondió bajo el helecho y la hojarasca.
Ya abriste los diminutos infiernos
en los que zumban los aguijones de los elegidos, pisaste
los erizos y musgos que poblaron los desiertos,
anidaste letárgicas malezas.
Todavía hay la misma hendidura bajo la tierra
y el tambor de ébano suena aún
sobre las lápidas de un campamento donde florecen
el roble sagrado y el hierro de las espadas.
El mismo séquito se alimenta en la oscuridad
de la misma lluvia
que ahuyentó a las alfareras del Éufrates.

¿Cómo se empuña un cuchillo
contra el humo rojo de la sangre?
¿bajo qué helados páramos
reposarán las vísceras de tanta hambrienta soledad?.

Ningún cautiverio será tan infame como ese refugio
con el aroma cortante del invierno
bajo la morada de tu propia desnudez.
Cuando el desconocido que duerme bajo las estatuas
encienda la lámpara 
con la llama de los alquimistas,
presérvate de la injuria
y de la arpía soberbia de la justicia,
en el bestiario idolatrado de los regentes
hay un decálogo
que se rompe con la fragilidad del barro, y no atiende
al intruso dios que contempló la luz primera
ni al fósil flamígero
que se asombró ante el primer ocaso.

Las saturnalias son crespones para el viejo imperio,
Heliogábalo sobrevive en el Tíber
y sus restos resucitarán
en las valvas de otra historia.
No crezcan tus alas
con el fraguado polvo de la maquinaciones,
no reposen sobre el precario vidrio deslumbrante
por la nevada,
a veces cimbra una esfinge hasta su derrumbe
y tiembla el claustro de los faraones
y los escorpiones de Isis
abonan el oro de las tumbas.

¿Qué esplendor,
qué rostros agraviados por la tristeza
se corromperán aún entre raíces
hasta hacer su metamorfosis y yacer, sin embargo,
en el túmulo profanado del colibrí?


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