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Una noche de autoanálisis - Poemas de Frag To



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Una noche de autoanálisis
Poema publicado el 12 de Abril de 2018

Rodeado de gente pero, solo a la vez. Logro darme cuenta de eso, esta ciudad no es para alguien como yo, lejos de mi familia, lejos de lo que aprecio. Tengo un poco de dependencia emocional, desde pequeño lo he notado, aunque también podría creer lo contrario, puesto que me he alejado de muchas personas sin mayor remordimiento. Pero, si bien es cierto, no es lo mismo alejarte de quien resta, que hacerlo de quien suma. –De algo tendrán que servirme las matemáticas, aunque sea para clasificar a quien me rodea-.
Desde que era un niño nunca he tenido problemas para hacer amigos, logro llegar fácilmente a las personas. Siempre recuerdo las palabras de mi madre, “cuando chico hablabas con los vecinos y saludabas a quien pasara frente a la casa”.
Con el paso del tiempo lo sigo haciendo, disfruto el hablar con la gente, me gusta saludar, pienso que al hacerlo hago sentir a esa persona un poco más alegre, o sea, eso creo; recuerdo haber leído en alguna parte aquello de “una sonrisa le puede alegrar el día a alguien”, por eso siempre que lo hago sonrío. Con respecto a lo anterior, varias veces me he cuestionado que tal vez también lo hago por la reacción que provoca en mí, un estímulo placentero tal vez. Pero bien, para qué estamos con cosas, la mayoría de nuestras acciones las hacemos con el fin de obtener un beneficio personal. Casi siempre realizamos algo para obtener otra cosa, un momento de felicidad, un momento de tristeza –no negaré que de vez en cuando disfruto estar triste y complementarlo con música lenta y melancólica-, un momento de rabia; aunque sea indirectamente.
No creo que lo anterior sea algo malo, el ser humano ha sobrevivido a lo largo de su historia de la misma manera, lo lamentable es cuando nuestras acciones conllevan consecuencias negativas para los demás, ese momento en el que pasamos a llevar su integridad –con esto no me refiero solamente a su integridad física, no olvidemos que nuestro estado emocional también es importante-.
Los seres pensantes –Res Cogitans según Descartes- debemos mantener un equilibrio. Nuestras acciones deben estar ligadas a nuestro pensamiento, no podemos actuar por actuar sin antes pensar en las consecuencias que aquello tenga. Cuesta aceptar de repente que al ser sinceros podemos dañar al otro, pero cuesta aún más aceptar cuando una persona nos dice algo que invade nuestra idea ya establecida de lo real y que, para más remate, nos hiere.
Lo último me mueve el suelo, no deja mi mente clara, me confunde. ¿Por qué sufrir por lo que diga otro? ¿No es eso una acción desmerecida de amor propio? La inseguridad nos consume, la imprudencia irrumpe nuestro tiempo, nuestra experiencia. Sin querer caemos en el temor de tener que dejar de lado nuestra imagen de lo que es –o era- la vida y aceptar que estábamos equivocados. Es en este momento en el que nos damos cuenta que lo que conocemos puede cambiar de un minuto a otro, nuestra percepción de lo real, nuestra aparente cordura, el amor que aseguramos tener hacia alguien en especial, todo puede variar, comenzando por la fragilidad de la vida.
Estando al borde de la muerte recordamos la inmortalidad de ser un niño, esa libertad de dormir sin tener que preocuparte del día siguiente, esa satisfacción de jugar sin pensar en lo sucio que puedas quedar, de correr sin miedo a caerte, de amar sin miedo a perder.


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