La abandonada
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
A Emma Godoy
Ahora voy a aprenderme
el paÃs de la acedÃa,
y a desaprender tu amor
que era la sola lengua mÃa,
como rÃo que olvidase
lecho, corriente y orillas.
¿Por qué trajiste tesoros
si el olvido no acarrearÃas?
Todo me sobra y yo me sobro
como traje de fiesta para fiesta no habida;
¡tanto, Dios mÃo, que me sobra
mi vida desde el primer dÃa!
Denme ahora las palabras
que no me dio la nodriza.
Las balbucearé demente
de la sÃlaba a la sÃlaba:
palabra "expolio", palabra "nada",
y palabra "postrimerÃa",
¡aunque se tuerzan en mi boca
como las vÃboras mordidas!
Me he sentado a mitad de la Tierra,
amor mÃo, a mitad de la vida,
a abrir mis venas y mi pecho,
a mondarme en granada viva,
y a romper la caoba roja
de mis huesos que te querÃan.
Estoy quemando lo que tuvimos:
los anchos muros, las altas vigas,
descuajando una por una
las doce puertas que abrÃas
y cegando a golpes de hacha
el aljibe de la alegrÃa.
Voy a esparcir, voleada,
la cosecha ayer cogida,
a vaciar odres de vino
y a soltar aves cautivas;
a romper como mi cuerpo
los miembros de la "masÃa"
y a medir con brazos altos
la parva de las cenizas.
¡Cómo duele, cómo cuesta,
cómo eran las cosas divinas,
y no quieren morir, y se quejan muriendo,
y abren sus entrañas vÃvidas!
Los leños entienden y hablan,
el vino empinándose mira
y la banda de pájaros sube
torpe y rota como neblina.
Venga el viento, arda mi casa
mejor que bosque de resinas;
caigan rojos y sesgados
el molino y la torre madrina.
¡Mi noche, apurada del fuego,
mi pobre noche no llegue al dÃa!
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Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
A Emma Godoy
Ahora voy a aprenderme
el paÃs de la acedÃa,
y a desaprender tu amor
que era la sola lengua mÃa,
como rÃo que olvidase
lecho, corriente y orillas.
¿Por qué trajiste tesoros
si el olvido no acarrearÃas?
Todo me sobra y yo me sobro
como traje de fiesta para fiesta no habida;
¡tanto, Dios mÃo, que me sobra
mi vida desde el primer dÃa!
Denme ahora las palabras
que no me dio la nodriza.
Las balbucearé demente
de la sÃlaba a la sÃlaba:
palabra "expolio", palabra "nada",
y palabra "postrimerÃa",
¡aunque se tuerzan en mi boca
como las vÃboras mordidas!
Me he sentado a mitad de la Tierra,
amor mÃo, a mitad de la vida,
a abrir mis venas y mi pecho,
a mondarme en granada viva,
y a romper la caoba roja
de mis huesos que te querÃan.
Estoy quemando lo que tuvimos:
los anchos muros, las altas vigas,
descuajando una por una
las doce puertas que abrÃas
y cegando a golpes de hacha
el aljibe de la alegrÃa.
Voy a esparcir, voleada,
la cosecha ayer cogida,
a vaciar odres de vino
y a soltar aves cautivas;
a romper como mi cuerpo
los miembros de la "masÃa"
y a medir con brazos altos
la parva de las cenizas.
¡Cómo duele, cómo cuesta,
cómo eran las cosas divinas,
y no quieren morir, y se quejan muriendo,
y abren sus entrañas vÃvidas!
Los leños entienden y hablan,
el vino empinándose mira
y la banda de pájaros sube
torpe y rota como neblina.
Venga el viento, arda mi casa
mejor que bosque de resinas;
caigan rojos y sesgados
el molino y la torre madrina.
¡Mi noche, apurada del fuego,
mi pobre noche no llegue al dÃa!
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