El amor y el paisaje
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
Un hálito de rocÃo en mis venas,
una mariposa que sangra,
tu voz hecha cristal quebrándose en el rÃo de la noche,
y yo, llama menor de la muerte, soñando.
El otoño desliza antiguas alas de galgo
por las calles de la ciudad perdida,
los niños estremecen su cántico entre hierbas tristes,
mi voz se sumerge en el paisaje escondido,
mientras un dócil viento
martiriza mis ojos con súbitas ausencias.
¿Dónde ciñen ahora tus manos acostumbradas al asombro del tilo
mi carne desamparada?
Una ligera sombra corrige nuestro llanto,
y la vÃspera del naufragio es bendecida
por el mar y por las rocas
y por el gozo de ser en tu hermosura un lirio sin fondo.
Las flores de nuestro jardÃn nocturno
no son sino memoria y lejanÃa,
y bajo la luna silvestre, el olvido tiembla
como un álamo sin raÃces.
Han arraigado en nuestra piel las primeras luces del alba,
y el mar con su oleaje salobre abraza nuestro anhelo,
y todo en nosotros vibra y canta y se abandona al grito.
¿Qué promesa de parque temblaba en tus ojos?
El amor es hoy la medida del tiempo
en las llagas que nacen de la soledad.
Sobre mi pecho, los siglos se consumen en su fuego,
y busco el asilo lÃmpido de los nuevos árboles frutales,
busco la ventana abriéndose al mar embravecido,
donde todo es horizonte y paisaje y amor,
donde se yergue, en fin, esta trémula semilla exacta de la vida,
que se propaga de primavera en primavera.
Y tú, niña, llamándome con la misma voz que brota de mi sangre,
espérame, tú, la más dulce:
también yo he llamado a las puertas sombrÃas de la noche,
y sólo acuden el tiempo y el destino.
Toda mi alma, amor, sabe esperarte,
en esta penumbra marchitada,
mientras en mis ojos reside un ambiente de barco cercado por las olas,
y recuerdo el dolor convertido en experiencia.
¿Dónde se confunde la brisa con la paz delgada del padre muerto?
Quiero llegar a tus tranquilas puestas de sol,
alta melancolÃa impaciente,
quiero abrazarte en la raÃz de toda mi vida,
quiero recordarte en la firme anunciación de mà mismo,
dulcemente morena bajo la melodÃa del cielo azul,
tú, lejana,
sin más principio que tu propia transparencia.
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Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
Un hálito de rocÃo en mis venas,
una mariposa que sangra,
tu voz hecha cristal quebrándose en el rÃo de la noche,
y yo, llama menor de la muerte, soñando.
El otoño desliza antiguas alas de galgo
por las calles de la ciudad perdida,
los niños estremecen su cántico entre hierbas tristes,
mi voz se sumerge en el paisaje escondido,
mientras un dócil viento
martiriza mis ojos con súbitas ausencias.
¿Dónde ciñen ahora tus manos acostumbradas al asombro del tilo
mi carne desamparada?
Una ligera sombra corrige nuestro llanto,
y la vÃspera del naufragio es bendecida
por el mar y por las rocas
y por el gozo de ser en tu hermosura un lirio sin fondo.
Las flores de nuestro jardÃn nocturno
no son sino memoria y lejanÃa,
y bajo la luna silvestre, el olvido tiembla
como un álamo sin raÃces.
Han arraigado en nuestra piel las primeras luces del alba,
y el mar con su oleaje salobre abraza nuestro anhelo,
y todo en nosotros vibra y canta y se abandona al grito.
¿Qué promesa de parque temblaba en tus ojos?
El amor es hoy la medida del tiempo
en las llagas que nacen de la soledad.
Sobre mi pecho, los siglos se consumen en su fuego,
y busco el asilo lÃmpido de los nuevos árboles frutales,
busco la ventana abriéndose al mar embravecido,
donde todo es horizonte y paisaje y amor,
donde se yergue, en fin, esta trémula semilla exacta de la vida,
que se propaga de primavera en primavera.
Y tú, niña, llamándome con la misma voz que brota de mi sangre,
espérame, tú, la más dulce:
también yo he llamado a las puertas sombrÃas de la noche,
y sólo acuden el tiempo y el destino.
Toda mi alma, amor, sabe esperarte,
en esta penumbra marchitada,
mientras en mis ojos reside un ambiente de barco cercado por las olas,
y recuerdo el dolor convertido en experiencia.
¿Dónde se confunde la brisa con la paz delgada del padre muerto?
Quiero llegar a tus tranquilas puestas de sol,
alta melancolÃa impaciente,
quiero abrazarte en la raÃz de toda mi vida,
quiero recordarte en la firme anunciación de mà mismo,
dulcemente morena bajo la melodÃa del cielo azul,
tú, lejana,
sin más principio que tu propia transparencia.
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