Eva advierte sobre las manzanas
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
"Allà te quedo en el pecho,
por muchos años me goces"
C.M.R.
Con poderes de Dios
-centauro omnipotente-
me sacaste de la costilla curva de mi mundo
lanzándome a buscar tu prometida tierra,
la primera estación del paraÃso.
Todo dejé atrás.
No oà lamentos, ni recomendaciones
porque en todo el Universo de mi ceguera
solo vos brillabas
recortado sol en la oscuridad.
Y asÃ,
Eva de nuevo,
comà la manzana;
quise construir casa y que la habitáramos,
tener hijos para multiplicar nuestro estrenado territorio.
Pero, después,
sólo estuvieron en vos
las cacerÃas, los leones,
el elogio a la soledad
y el hosco despertar.
Para mà solamente los regresos de prisa,
tu goce de mi cuerpo,
el descargue repentino de ternura
y luego,
una y otra vez, la huida
tijereteando mi sueño,
llenando de lágrimas la copa de miel
tenazmente ofrecida.
Me desgasté como piedra de rÃo.
Tantas veces pasaste por encima de mis murmullos,
de mis gritos,
abandonándome en la selva de tus confusiones
sin lámpara, ni piedras para hacer fuego y calentarme,
o adivinar el rumbo de tu sombra.
Por eso un dÃa,
vi por última vez
tu figura recostada en el rojo fondo de la habitación
donde conocà más furia que ternura
y te dije adiós
desde el caliente fondo de mis entrañas,
desde el rÃo de lava de mi corazón.
No me llevé nada
porque nada de lo tuyo me pertenecÃa
-nunca me hiciste dueña de tus cosas-
y saliste de mÃ
como salen -de pronto-
desparramados, tristes,
los árboles convertidos en trozas,
muertos ya,
pulpa para el recuerdo,
material para entretejer versos.
Fuiste mi Dios
y como Adán, también
me preñaste de frutas y malinches,
de poemas y cogollos,
racimos de inexplicables desconciertos.
Para nunca jamás
esta Eva verá espejismos de paraÃso
o morderá manzanas dulces y peligrosas,
orgullosas,
soberbias,
inadecuadas
para el amor.
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Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
"Allà te quedo en el pecho,
por muchos años me goces"
C.M.R.
Con poderes de Dios
-centauro omnipotente-
me sacaste de la costilla curva de mi mundo
lanzándome a buscar tu prometida tierra,
la primera estación del paraÃso.
Todo dejé atrás.
No oà lamentos, ni recomendaciones
porque en todo el Universo de mi ceguera
solo vos brillabas
recortado sol en la oscuridad.
Y asÃ,
Eva de nuevo,
comà la manzana;
quise construir casa y que la habitáramos,
tener hijos para multiplicar nuestro estrenado territorio.
Pero, después,
sólo estuvieron en vos
las cacerÃas, los leones,
el elogio a la soledad
y el hosco despertar.
Para mà solamente los regresos de prisa,
tu goce de mi cuerpo,
el descargue repentino de ternura
y luego,
una y otra vez, la huida
tijereteando mi sueño,
llenando de lágrimas la copa de miel
tenazmente ofrecida.
Me desgasté como piedra de rÃo.
Tantas veces pasaste por encima de mis murmullos,
de mis gritos,
abandonándome en la selva de tus confusiones
sin lámpara, ni piedras para hacer fuego y calentarme,
o adivinar el rumbo de tu sombra.
Por eso un dÃa,
vi por última vez
tu figura recostada en el rojo fondo de la habitación
donde conocà más furia que ternura
y te dije adiós
desde el caliente fondo de mis entrañas,
desde el rÃo de lava de mi corazón.
No me llevé nada
porque nada de lo tuyo me pertenecÃa
-nunca me hiciste dueña de tus cosas-
y saliste de mÃ
como salen -de pronto-
desparramados, tristes,
los árboles convertidos en trozas,
muertos ya,
pulpa para el recuerdo,
material para entretejer versos.
Fuiste mi Dios
y como Adán, también
me preñaste de frutas y malinches,
de poemas y cogollos,
racimos de inexplicables desconciertos.
Para nunca jamás
esta Eva verá espejismos de paraÃso
o morderá manzanas dulces y peligrosas,
orgullosas,
soberbias,
inadecuadas
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