Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
Aún te veo, rÃo de mi vida,
con los ojos que miran las montañas.
Yo era una montaña con almendros
montaña solitaria.
Y viniste alegre con tu canto
y me besaste toda con tu agua.
Me dejaste inquietud para la noche
y el alma enamorada.
Aún te veo, rÃo de mi vida,
en la curva lejana,
te vas cantando más entre los chopos,
te vas cantando más que en tu llegada.
Y yo,
paralÃtica montaña;
inmóvil te recuerdo,
enferma de volcanes, alocada,
espero tu regreso, rÃo loco,
que pasaste besando
mi cuerpo de montaña.
Tuviste que seguir tu destino de rÃo,
y yo el mÃo triste de tierra amontonada.
Me dice el viento que vas al mar,
Te sigo rÃo mÃo, con los ojos,
Te sigo rÃo mÃo con los ojos,
ya que no puedo seguirte con las plantas.
Soñé... te quedarÃas a mi lado,
como un lago sin cisnes,
para siempre,
acunando mi ansia.
Qué locura más loca
enamorarse de un rÃo una montaña!
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