El sueño encarcelado
Poema publicado el 05 de Enero de 2024
Es azul real la puerta a la que llamo.
Tras ella, vivís vosotros: mis hijos.
Mis poderosos años también viven allí,
tras esa puerta azul.
Abridme, amados. Abridme, abridme,
y pasaré a aquella gran sala que iluminaba
el destello de mil rayos de bronce.
Abrid. Abrid, mis soles. Abridme, abridme.
Entraré despacio, buscando en vuestros
ojos de espejo el esplendor de la mañana.
Abridme, hijos. Abridme, amados.
El áncora se ha descolgado del azul
y mis nudillos golpean doloridos.
¡Cuánto anhelo jugar entre las sombras
y ver cada rincón de nuestra casa infinita:
mi casa, la vuestra, nuestra casa!
Pero abridme, amados. Abridme ahora.
Sobre el tapiz moruno de la entrada
pasean vuestras pequeñas huellas.
Quisiera pisar sobre ellas y sentir
el crujido de unos pasos sobre otros.
Abridme, hijos, abridme pronto,
no podría sin besaros irme.
La llave de oro que encerraba tantos sueños
está pendiendo en vuestros pechos.
Pero empieza a atardecer…
Deseo despertar mañana y siempre
en el blando hueco cubierto de azucenas
que nos acogía con su blancura perfumada.
Abridme, hijos, abridme pronto,
no podría sin besaros irme.
En el patio, bajo el limonero, os encontraré:
arrellanados y bellos —imagen adorada—.
Los limpios azahares dejarán su luz
sobre una profusa nube hecha de hojas.
Las aves volarán junto a vosotros:
rondarán vuestras manitas juguetonas.
Yo os miraré amorosamente, como siempre,
como ahora, como siempre.
Por el poniente el sol irá dejando su encarnado.
Lentamente, lentamente llegará la noche.
Las lunas se descolgarán por la ventana
mientras yo velo vuestros sueños.
Pero abridme, hijos. Abridme ahora,
y donde el sol no llegue yo dejaré una estrella.
¡Pero cómo! ¡Está la puerta azul abierta!
Siempre confundo lo cierto con lo absurdo.
Es azul real la puerta a la que llamo.
Tras ella, vivís vosotros: mis hijos.
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Poema publicado el 05 de Enero de 2024
Es azul real la puerta a la que llamo.
Tras ella, vivís vosotros: mis hijos.
Mis poderosos años también viven allí,
tras esa puerta azul.
Abridme, amados. Abridme, abridme,
y pasaré a aquella gran sala que iluminaba
el destello de mil rayos de bronce.
Abrid. Abrid, mis soles. Abridme, abridme.
Entraré despacio, buscando en vuestros
ojos de espejo el esplendor de la mañana.
Abridme, hijos. Abridme, amados.
El áncora se ha descolgado del azul
y mis nudillos golpean doloridos.
¡Cuánto anhelo jugar entre las sombras
y ver cada rincón de nuestra casa infinita:
mi casa, la vuestra, nuestra casa!
Pero abridme, amados. Abridme ahora.
Sobre el tapiz moruno de la entrada
pasean vuestras pequeñas huellas.
Quisiera pisar sobre ellas y sentir
el crujido de unos pasos sobre otros.
Abridme, hijos, abridme pronto,
no podría sin besaros irme.
La llave de oro que encerraba tantos sueños
está pendiendo en vuestros pechos.
Pero empieza a atardecer…
Deseo despertar mañana y siempre
en el blando hueco cubierto de azucenas
que nos acogía con su blancura perfumada.
Abridme, hijos, abridme pronto,
no podría sin besaros irme.
En el patio, bajo el limonero, os encontraré:
arrellanados y bellos —imagen adorada—.
Los limpios azahares dejarán su luz
sobre una profusa nube hecha de hojas.
Las aves volarán junto a vosotros:
rondarán vuestras manitas juguetonas.
Yo os miraré amorosamente, como siempre,
como ahora, como siempre.
Por el poniente el sol irá dejando su encarnado.
Lentamente, lentamente llegará la noche.
Las lunas se descolgarán por la ventana
mientras yo velo vuestros sueños.
Pero abridme, hijos. Abridme ahora,
y donde el sol no llegue yo dejaré una estrella.
¡Pero cómo! ¡Está la puerta azul abierta!
Siempre confundo lo cierto con lo absurdo.
Es azul real la puerta a la que llamo.
Tras ella, vivís vosotros: mis hijos.
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