Una partida sin una despedida
Poema publicado el 01 de Abril de 2012
Una partida sin una despedida...3
Poema publicado el 18 de Enero de 2012
Apareció de repente
un atardecer de verano,
se detuvo frente a mí,
y sus ojos me encandilaron.
Hermosa como una rosa,
de mirada seductora y coqueta;
grácil como una gacela
y radiante como una estrella.
La invité a caminar
por la fresca sombra de la arboleda
y me descontrolaba solo el atisbar:
su cuerpo fino, su cara bella.
Así pasaron los días,
paseando por el parque o frente al mar.
Ella se dejaba querer...,
y yo me empezaba a enamorar.
Fue una tarde estival
cuando el febo se marchaba,
mi alma no resistió más
y le dije que la amaba.
Embelesado en sus ojos impávidos
encarcelé su cintura entre mis manos
y extasiado, en un frenético abrazo,
la besé desesperado.
Pasó el tiempo y seguíamos viéndonos
cada tarde, como promesa sagrada;
yo le entregaba mi querer...
Y a ella le gustaba ser amada.
Pero un día, cuando el verano envejecía,
esperaba ansioso verla aparecer...
Sin saber, que ya no volvería,
porque había tomado su tren.
Y fui cada tarde a buscarla,
con la porfía del que no acepta razón:
que ella ya no llegaría,
que sólo había jugado con mi amor.
Jacob Nerud Unamun
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Poema publicado el 01 de Abril de 2012
Una partida sin una despedida...3
Poema publicado el 18 de Enero de 2012
Apareció de repente
un atardecer de verano,
se detuvo frente a mí,
y sus ojos me encandilaron.
Hermosa como una rosa,
de mirada seductora y coqueta;
grácil como una gacela
y radiante como una estrella.
La invité a caminar
por la fresca sombra de la arboleda
y me descontrolaba solo el atisbar:
su cuerpo fino, su cara bella.
Así pasaron los días,
paseando por el parque o frente al mar.
Ella se dejaba querer...,
y yo me empezaba a enamorar.
Fue una tarde estival
cuando el febo se marchaba,
mi alma no resistió más
y le dije que la amaba.
Embelesado en sus ojos impávidos
encarcelé su cintura entre mis manos
y extasiado, en un frenético abrazo,
la besé desesperado.
Pasó el tiempo y seguíamos viéndonos
cada tarde, como promesa sagrada;
yo le entregaba mi querer...
Y a ella le gustaba ser amada.
Pero un día, cuando el verano envejecía,
esperaba ansioso verla aparecer...
Sin saber, que ya no volvería,
porque había tomado su tren.
Y fui cada tarde a buscarla,
con la porfía del que no acepta razón:
que ella ya no llegaría,
que sólo había jugado con mi amor.
Jacob Nerud Unamun
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