Madre y niño
Poema publicado el 08 de Mayo de 2024
–Mamá, yo quiero alcanzar
con mis manos las estrellas.
–Eso es imposible, hijo,
estamos muy lejos de ellas.
–¿Me dejarías entonces
volar, allá entre las nubes?
–Para hacerlo hay que subir
mucho, y dime, ¿cómo subes...?
–¿Y si entonces voy al sol
y regreso hecho de fuego?
–¡Pero te quemas, mi niño!
¡No! Déjalo para luego.
–Entonces, ¿puedo trepar
a la montaña más alta?
–Cuando acabes de crecer
que todavía te falta.
–Mamá, dime, ¿y es posible
llegar hasta el mismo Dios?
–Llegar no, mas sí acercarte;
anda, reza por los dos.
–El niño, perseveraba
en su lucha por la altura
mas su madre lo atajaba
oponiéndole cordura.
Un día se puso enfermo
y como a débil pabilo
se le fue yendo la luz,
poco a poco, hilo a hilo...
Y en el pecho de su madre
con un postrer desconsuelo
dijo –¿Mamita y tampoco
me dejas subir al cielo?
–¡Vete, hijo, vete y vuela,
toca la estrella y la nube
vuélvete sol, trepa al monte
pero sube, sube, sube...!
Y en ese preciso instante
la criatura, sonriente,
–sobre el regazo materno–
entregó su alma inocente.
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Poema publicado el 08 de Mayo de 2024
–Mamá, yo quiero alcanzar
con mis manos las estrellas.
–Eso es imposible, hijo,
estamos muy lejos de ellas.
–¿Me dejarías entonces
volar, allá entre las nubes?
–Para hacerlo hay que subir
mucho, y dime, ¿cómo subes...?
–¿Y si entonces voy al sol
y regreso hecho de fuego?
–¡Pero te quemas, mi niño!
¡No! Déjalo para luego.
–Entonces, ¿puedo trepar
a la montaña más alta?
–Cuando acabes de crecer
que todavía te falta.
–Mamá, dime, ¿y es posible
llegar hasta el mismo Dios?
–Llegar no, mas sí acercarte;
anda, reza por los dos.
–El niño, perseveraba
en su lucha por la altura
mas su madre lo atajaba
oponiéndole cordura.
Un día se puso enfermo
y como a débil pabilo
se le fue yendo la luz,
poco a poco, hilo a hilo...
Y en el pecho de su madre
con un postrer desconsuelo
dijo –¿Mamita y tampoco
me dejas subir al cielo?
–¡Vete, hijo, vete y vuela,
toca la estrella y la nube
vuélvete sol, trepa al monte
pero sube, sube, sube...!
Y en ese preciso instante
la criatura, sonriente,
–sobre el regazo materno–
entregó su alma inocente.
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