Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
Recuerdo mÃo del jardÃn de casa:
vida benigna de las plantas,
vida cortés de misteriosa
y lisonjeada por los hombres.
Palmera la más alta de aquel cielo
y conventillo de gorriones;
parra firmamental de uva negra,
los dÃas del verano dormÃan a tu sombra.
Molino colorado:
remota rueda laboriosa en el viento,
honor de nuestra casa, porque a las otras
iba el rÃo bajo la campanita del aguatero.
Sótano circular de la base
que hacÃas vertiginoso el jardÃn,
daba miedo entrever por una hendija
tu calabozo de agua sutil.
JardÃn, frente a la verja cumplieron
sus caminos los sufridos carreros
y el charro carnaval aturdió
con insolentes murgas.
El almacén, padrino del malevo,
dominaba la esquina;
pero tenÃa cañaverales para hacer lanzas
y gorriones para la oración.
El sueño de tus árboles y el mÃo
todavÃa en la noche se confunden
y la devastación de la urraca
dejó un antiguo miedo en mi sangre.
Tus contadas varas de fondo
se nos volvieron geografÃa;
un alto era «la montaña de tierra»
y una temeridad su declive.
JardÃn, yo cortaré mi oración
para seguir siempre acordándome:
voluntad o azar de dar sombra
fueron tus árboles.
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