Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
"Te amo. Pero ya no sé
lo que es eso, un amor"
Heiner Müller
La eternidad dura unos tres años, de los diecisiete a los veinte
aproximadamente.
Tiene el espesor agrio de una lámina de vino tinto.
Tiene la consistencia de tus muslos de estÃo bajo la falda tenue y
larguÃsima que nunca te levantaré.
La eternidad. Un lugar sin sabidurÃa y anterior nostalgia de ella.
Hay luz filtrada por ramas de un verde restallante en el Parque
del Buen Retiro, luz adolescente que se quiebra inverosÃmilmente
sobre tu blusa.
Casi me da pudor decir que sólo te acaricio los pechos una vez.
Frescas ensoñaciones interminables en el jardÃn de la torpeza.
Las puertas sà que son algo irreversible: duros núcleos expectantes
aristas insomnes, una condensación exagerada de tragedia.
Pero la memoria ha desaprendido el llanto de manera radical.
Me besas tú por primera vez, en un teatro donde no hay otra cosa
-espectadores incluidos, desde luego- que terciopelo rojo.
Para besar tienes que sumergirte. (Yo no lo comprendo.)
Una banda negra alrededor de tu cuello. En esa tibia frontera sÃ
que podrÃa abrevar el crepúsculo. En lugar de eso se te echa en
el regazo y, como si nunca hubiera hecho otra cosa, no para un
instante de ronronear.
Creo que puedo enseñarte algo y me engaño. Crees que puedes
enseñarme algo y te engañas.
Celos atroces, obscenos, inconfesables, de los chicos del laboratorio
de fotografÃa.
Para lograr conciliar el sueño tengo que masturbamte (de fijo más de
mil veces) pensando en ti.
La eternidad se adensa en la sala del Cinestudio Griffith de San Pol de Mar.
La eternidad no acaba de tomarme en serio.
Hace bien en no hacerlo.
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