Canto a teresa
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
(Fragmento)
¡Oh, Teresa! ¡Oh, dolor! Lágrimas mÃas
¡ah!, ¿dónde estáis, que no corréis a mares?
¿Por qué, por qué como en mejores dÃas
no consoláis vosotras mis pesares?
¡Oh, los que no sabéis las agonÃas
de un corazón que penas a millares,
¡ay!, desgarraron y que ya no llora,
¡piedad tened de mi tormento ahora!
¡Oh, dichosos mil veces, sÃ, dichosos
los que podéis llorar, y, ¡ay! , sin ventura
de mÃ, que entre suspiros angustiosos
ahogar me siento en mi infernal tortura!
¡Refuércese entre nudos dolorosos
mi corazón, gimiento de amargura !
También tu corazón, hecho pavesa,
¡ay!, llegó a no llorar, ¡pobre Teresa!
¿Quién pensará jamás, Teresa mÃa,
que fuera eterno manantial de llanto
tanto inocente amor, tanta alegrÃa,
tantas delicias y delirio tanto?
¿Quién pensara jamás llegase un dÃa
en que perdido el celestial encanto
y caÃda la venda de los ojos,
cuanto diera placer causara enojos?
¡Pobre Teresa! ¡Al recordarle siento
un pesar tan intenso...! Embarga impÃo
mi quebrantada voz mi sentimiento,
y suspira tu nombre el labio mÃo;
para allà su carrera el pensamiento,
hiela mi corazón punzante frÃo,
ante mis ojos la funesta losa
donde, vil polvo, tu beldad reposa.
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
(Fragmento)
¡Oh, Teresa! ¡Oh, dolor! Lágrimas mÃas
¡ah!, ¿dónde estáis, que no corréis a mares?
¿Por qué, por qué como en mejores dÃas
no consoláis vosotras mis pesares?
¡Oh, los que no sabéis las agonÃas
de un corazón que penas a millares,
¡ay!, desgarraron y que ya no llora,
¡piedad tened de mi tormento ahora!
¡Oh, dichosos mil veces, sÃ, dichosos
los que podéis llorar, y, ¡ay! , sin ventura
de mÃ, que entre suspiros angustiosos
ahogar me siento en mi infernal tortura!
¡Refuércese entre nudos dolorosos
mi corazón, gimiento de amargura !
También tu corazón, hecho pavesa,
¡ay!, llegó a no llorar, ¡pobre Teresa!
¿Quién pensará jamás, Teresa mÃa,
que fuera eterno manantial de llanto
tanto inocente amor, tanta alegrÃa,
tantas delicias y delirio tanto?
¿Quién pensara jamás llegase un dÃa
en que perdido el celestial encanto
y caÃda la venda de los ojos,
cuanto diera placer causara enojos?
¡Pobre Teresa! ¡Al recordarle siento
un pesar tan intenso...! Embarga impÃo
mi quebrantada voz mi sentimiento,
y suspira tu nombre el labio mÃo;
para allà su carrera el pensamiento,
hiela mi corazón punzante frÃo,
ante mis ojos la funesta losa
donde, vil polvo, tu beldad reposa.
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