El pelayo
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
Fragmento Primero
I
De los pasados siglos la memoria
trae a mi alma inspiración divina,
que las tinieblas de la antigua historia
con sus fulgentes rayos ilumina:
virtud contemplo, libertad y gloria,
crÃmenes, sangre, asolación, ruina,
rasgando el velo de la edad mi mente,
que osada vuela a la remota gente.
II
Tornan los siglos a emprender su giro
de la sublime eternidad saliendo,
y antiguas gentes y ciudades miro
súbito ante mi vista apareciendo:
de ellos a par en mi ilusión respiro,
oigo del pueblo el bullicioso estruendo,
y lleno el pecho de agradable susto,
contemplo el brillo del palacio augusto.
III
Al blando son de la armoniosa lira
oigo la voz de alegres trovadores,
el aura siento que fragancia respira,
y al eco escucho murmurando amores;
al sol contemplo que a occidente gira
reverberando fúlgidos colores,
de la corte del godo poderÃo
se alza orgullosa sobre el áureo rÃo.
IV
Toledo, que de mágicos jardines
cercada, eleva su muralla altiva
no guardada de fuertes paladines,
ornada sà de juventud festiva:
allà entregado a espléndidos festines,
Rodrigo alegre y descuidado liba
copas de néctar de fragancia pura,
al deleite brindando y la hermosura.
V
Allà con ojos lánguidos respira
dulce placer beldad voluptuosa,
y aroma exhala, si feliz suspira,
del puro labio de encarnada rosa,
Rodrigo en ella codicioso mira
la que a su amor se muestra desdeñosa,
que más que todas es cándida y linda,
la dulce, bella, celestial Florinda.
VI
El ruido crece del festÃn en tanto,
y el grato néctar al deleite llama;
su pecho inunda deleitoso encanto,
y el fuego impuro del amor le inflama:
ebrio Rodrigo, desceñido el manto
alza la mano trémula, derrama
el áureo vaso, y atrevido sella
dulce beso en el rostro a la doncella.
VII
Todo es placer: de su mansión de rosa
la primavera cándida desciende,
y en el regazo de la tierra ansiosa
el fuego animador de vida enciende:
templa del mar la furia procelosa,
el viento en calma plácido suspende,
y derrama la aurora en sus albores
luz regalada y regaladas flores.
VIII
Abre la flor naciente el lindo seno,
y recibiendo el encendido
en la esmeralda del otero ameno
vierte su dulce olor, gloria del mayo
pasa el arroyo plácido y sereno,
solÃcito besándola al soslayo;
ella en vivos colores se ilumina
y al dulce beso la cabeza inclina.
IX
Y en el pensil do con rosada frente
el halagüeño abril pasa riendo,
a la sombra de un árbol eminente
está la juventud danzas tejiendo;
cual a la margen de la herbosa fuente
canta, blando laúd diestro tañendo,
y cual del baile y del cantor se aleja,
y a su dulce beldad tierno se queja.
X
Allà Rodrigo con incierta huella
lascivo sigue a la fatal Florinda;
ciego, arrastrado de ominosa estrella,
intenta audaz que a su furor se rinda.
No oye ¡infeliz! su mÃsera querella;
la ve humilde a sus pies, la ve más linda,
y con lascivos ojos, con desdoro
mancha la hermosa flor de su decoro. 80 [5]
XI
En tanto encubre pavorosa nube
el cielo en antes trasparente y terso,
y relumbra la espada del querube,
ministro del Señor del universo;
que ya la voz de la inocencia sube
que en llanto el gozo trocará al perverso,
y a la luz del relámpago se muestra
del rayo armada la divina diestra.
XII
Súbito un trueno retumbar se siente:
«¡Himnos, vivas al rey! la danza siga,
y nuestra dicha y júbilo acreciente
el mutuo amor que nuestras almas liga.»
Tal grita aquella juventud demente,
y al rey ensalza que Jehová castiga.
«¡Himnos, vivas al rey!» Súbito un rayo
heló sus pechos con mortal desmayo.
XIII
Envuelto en noche tenebrosa el mundo,
las densas nubes agitando, ondean
con sus olas los genios del profundo,
que con cárdeno surco centellean;
y al ronco trueno, al eco tremebundo
de los opuestos vientos que pelean,
se oye la voz de la celeste saña:
«¡Ay Rodrigo infeliz! ¡Ay triste España!»
XIV
Todo despareció: lóbrego luto
reina y silencio do el placer ardÃa,
do el mÃsero monarca disoluto
en vil torpeza y embriaguez yacÃa.
Guerra y desolación el triste fruto
al fin será de su lascivia impÃa,
y horrenda esclavitud: Rodrigo en tanto
verterá entre sus hembras débil llanto.
XV
¡Maldición, maldición! Yertas las flores,
del huracán violento arrebatadas,
el alegre pensil de los amores
verá sus hojas por do quier sembradas;
la música, el banquete, los favores
dulces de amor, las danzas animadas,
el canto de las damas y galanes
trocados miro en lágrimas y afanes.
XVI
Tal otro tiempo en la soberbia cena
donde mofaba de Jehová el impÃo,
ya la medida al sufrimiento llena,
rebosó de ira caudaloso rÃo;
y el rey asirio con amarga pena
vio en el muro de mármol con sombrÃo
fuego animarse escrito sobrehumano,
trazado allà por invisible mano.
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
Fragmento Primero
I
De los pasados siglos la memoria
trae a mi alma inspiración divina,
que las tinieblas de la antigua historia
con sus fulgentes rayos ilumina:
virtud contemplo, libertad y gloria,
crÃmenes, sangre, asolación, ruina,
rasgando el velo de la edad mi mente,
que osada vuela a la remota gente.
II
Tornan los siglos a emprender su giro
de la sublime eternidad saliendo,
y antiguas gentes y ciudades miro
súbito ante mi vista apareciendo:
de ellos a par en mi ilusión respiro,
oigo del pueblo el bullicioso estruendo,
y lleno el pecho de agradable susto,
contemplo el brillo del palacio augusto.
III
Al blando son de la armoniosa lira
oigo la voz de alegres trovadores,
el aura siento que fragancia respira,
y al eco escucho murmurando amores;
al sol contemplo que a occidente gira
reverberando fúlgidos colores,
de la corte del godo poderÃo
se alza orgullosa sobre el áureo rÃo.
IV
Toledo, que de mágicos jardines
cercada, eleva su muralla altiva
no guardada de fuertes paladines,
ornada sà de juventud festiva:
allà entregado a espléndidos festines,
Rodrigo alegre y descuidado liba
copas de néctar de fragancia pura,
al deleite brindando y la hermosura.
V
Allà con ojos lánguidos respira
dulce placer beldad voluptuosa,
y aroma exhala, si feliz suspira,
del puro labio de encarnada rosa,
Rodrigo en ella codicioso mira
la que a su amor se muestra desdeñosa,
que más que todas es cándida y linda,
la dulce, bella, celestial Florinda.
VI
El ruido crece del festÃn en tanto,
y el grato néctar al deleite llama;
su pecho inunda deleitoso encanto,
y el fuego impuro del amor le inflama:
ebrio Rodrigo, desceñido el manto
alza la mano trémula, derrama
el áureo vaso, y atrevido sella
dulce beso en el rostro a la doncella.
VII
Todo es placer: de su mansión de rosa
la primavera cándida desciende,
y en el regazo de la tierra ansiosa
el fuego animador de vida enciende:
templa del mar la furia procelosa,
el viento en calma plácido suspende,
y derrama la aurora en sus albores
luz regalada y regaladas flores.
VIII
Abre la flor naciente el lindo seno,
y recibiendo el encendido
en la esmeralda del otero ameno
vierte su dulce olor, gloria del mayo
pasa el arroyo plácido y sereno,
solÃcito besándola al soslayo;
ella en vivos colores se ilumina
y al dulce beso la cabeza inclina.
IX
Y en el pensil do con rosada frente
el halagüeño abril pasa riendo,
a la sombra de un árbol eminente
está la juventud danzas tejiendo;
cual a la margen de la herbosa fuente
canta, blando laúd diestro tañendo,
y cual del baile y del cantor se aleja,
y a su dulce beldad tierno se queja.
X
Allà Rodrigo con incierta huella
lascivo sigue a la fatal Florinda;
ciego, arrastrado de ominosa estrella,
intenta audaz que a su furor se rinda.
No oye ¡infeliz! su mÃsera querella;
la ve humilde a sus pies, la ve más linda,
y con lascivos ojos, con desdoro
mancha la hermosa flor de su decoro. 80 [5]
XI
En tanto encubre pavorosa nube
el cielo en antes trasparente y terso,
y relumbra la espada del querube,
ministro del Señor del universo;
que ya la voz de la inocencia sube
que en llanto el gozo trocará al perverso,
y a la luz del relámpago se muestra
del rayo armada la divina diestra.
XII
Súbito un trueno retumbar se siente:
«¡Himnos, vivas al rey! la danza siga,
y nuestra dicha y júbilo acreciente
el mutuo amor que nuestras almas liga.»
Tal grita aquella juventud demente,
y al rey ensalza que Jehová castiga.
«¡Himnos, vivas al rey!» Súbito un rayo
heló sus pechos con mortal desmayo.
XIII
Envuelto en noche tenebrosa el mundo,
las densas nubes agitando, ondean
con sus olas los genios del profundo,
que con cárdeno surco centellean;
y al ronco trueno, al eco tremebundo
de los opuestos vientos que pelean,
se oye la voz de la celeste saña:
«¡Ay Rodrigo infeliz! ¡Ay triste España!»
XIV
Todo despareció: lóbrego luto
reina y silencio do el placer ardÃa,
do el mÃsero monarca disoluto
en vil torpeza y embriaguez yacÃa.
Guerra y desolación el triste fruto
al fin será de su lascivia impÃa,
y horrenda esclavitud: Rodrigo en tanto
verterá entre sus hembras débil llanto.
XV
¡Maldición, maldición! Yertas las flores,
del huracán violento arrebatadas,
el alegre pensil de los amores
verá sus hojas por do quier sembradas;
la música, el banquete, los favores
dulces de amor, las danzas animadas,
el canto de las damas y galanes
trocados miro en lágrimas y afanes.
XVI
Tal otro tiempo en la soberbia cena
donde mofaba de Jehová el impÃo,
ya la medida al sufrimiento llena,
rebosó de ira caudaloso rÃo;
y el rey asirio con amarga pena
vio en el muro de mármol con sombrÃo
fuego animarse escrito sobrehumano,
trazado allà por invisible mano.
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